No podemos callar ni permanecer indiferentes

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La Provincia de Chile ha dado a conocer la siguiente declaración, con motivo del asesinato, por parte de Carabineros, del artista callejero Francisco Martínez:

«Los Misioneros Vicentinos de Chile declaramos:

Una vez más un hijo del pueblo, un hijo predilecto de Dios, uno de nuestros amos y señores, ha sido cruelmente asesinado.

Cinco balas disparadas a mansalva por un funcionario, pagado por la nación para que cuide el orden y la seguridad, para que defienda a los ciudadanos, han segado la vida de alguien a quien ese funcionario debía proteger.

Un artista, un joven, un pobre, un postergado, descartado por una sociedad construida sobre la base de la desigualdad y la discriminación, ha sido eliminado por la mano, tantas veces manchada por sangre inocente.

Los Misioneros Vicentinos, consagrados como el Maestro para anunciar la Buena Noticia a los pobres, no podemos callar ni permanecer indiferentes. Por eso unimos nuestra voz, por débil e insignificante que parezca, a la de todo un pueblo que reclama justicia.

Junto a nuestros amos y señores, gritamos hasta enronquecer: ¡Basta ya de matar a los pobres, basta de asesinar a los que ya fueron marginados de tantos bienes, a los que ya habían sido excluidos del bienestar de una sociedad injusta y sólo tratan de sobrevivir. Basta de masacrar a los que luchan por la justicia y reclaman sus derechos.

Elevamos nuestra oración por el eterno descanso de Francisco Andrés Martínez
Romero (Q.E.P.D.) y ofrecemos nuestras sinceras condolencias a su familia y amigos, como a la Comunidad de Panguipulli.

¡Sin justicia  nunca habrá paz! ¡Sin equidad nunca habrá orden! ¡Sin respeto a la dignidad de las personas, no hay verdadera democracia!

Congregación de la Misión
Provincia de Chile

 

Santiago, 6 de febrero de 2021.»

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Audio Entrevista Radio María

Conversatorio sobre Juventud y Evangelización digital

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Un diálogo titulado «Conversatorio sobre Juventud y Evangelización digital», sostendrá el próximo martes 19 de enero, el P. Álvaro Tamblay -que se ha dedicado en los últimos tiempos, entre otras cosas, a crear contenidos digitales, relacionados con la fe, el compromiso cristiano, el carisma vicentino y la cultura vocacional- con el sacerdote argentino Jorge Reinaudo, calificado como Influencer en Instagram y Tik Tok.

La invitación para este encuentro, que se ha difundido ampliamente a través de las redes sociales, teniendo incluso la recomendación del Superior General, P. Tomaž Mavrič, tiene como finalidad conversar sobre el desafío de entrar en el mundo juvenil con audacia, creatividad y con voluntad de ir digitalizando la Misión.

El encuentro se tendrá a través de ZOOM y los interesados están invitados a inscribirse, para poder participar interactivamente de él.

El lunes 11 y martes 12 de enero, el P. Álvaro Tamblay también participó en la Escuela de Verano de la Arquidiócesis de La Serena, en la que expuso sobre la «Implementación de la catequesis virtual y la evangelización digital».

El Sistema de Pensiones de Chile, el 10% y lo que se espera.

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El  pasado miércoles 22 de julio, Chile entero estaba a la expectativa del gran paso que esperábamos dar, en cuanto a nuestros fondos previsionales. El Senado, ratificó, ese día, por abrumadora mayoría, lo acordado dos días antes por la Cámara de Diputados y que era la respuesta al anhelo de muchos y muchas, al aprobar -mediante una reforma constitucional- la posibilidad de retirar el 10% de esos fondos, desde las Administradoras de Fondos de Pensiones, más conocidas por pa sigla AFP. El viernes -después que los Diputados, en un tercer trámite legislativo, confirmaran esa decisión, el presidente de la República, Sebastián Piñera, quien junto a su conglomerado, se había opuesto tenazmente a la medida, no tuvo otra opción que promulgar la reforma en cuestión.

Esto tiene un gran significado histórico, ya que es primera vez que estas instituciones administradoras deberán entregar, de forma masiva, dinero a sus afiliados.

Pero hagamos un poco de historia: El Seguro Obrero fue la primera entidad creada para resguardar los intereses de los trabajadores y para dar la posibilidad de que se comenzara a generar un ahorro para su vejez. Estamos hablando de principios del siglo XX, y después de la elaboración de la Constitución de 1925. Este sistema fue mejorándose poco a poco, haciéndose solidario y dando la posibilidad de que todos los trabajadores y trabajadoras que impusieran un monto de su salario, tuvieran una pensión vitalicia ,para la la cual el estado también hacia un pequeño aporte. Este ente dependía directamente del Estado, y no hacia ningún tipo de inversión en la banca, sino que más bien resguardaba los recursos recibidos, por lo que si bien es verdad, que no había una chttps://vicentinos.cl/apitalización de los recursos de los trabajadores, tampoco estos tenían mermas en sus finanzas. Con principios similares, se creó también, las cajas de previsión para los empleados particulares, para los empleados públicos, para los miembros de la Defensa Nacional y otras.

Con posterioridad al golpe de Estado de 1973, los vencedores, tanto militares, como civiles, se preocuparon de destruir totalmente el tinglado estatal existente hasta ese momento, y con la aparición en escena de la Constitución de 1980, la que consagro la existencia del libre mercado y la aparición de los alumnos del economista norteamericano Milton Friedmann y su famosa escuela de Chicago, la que consagra la libre competencia de la empresa privada. Un economista chileno, hijo de un ex embajador del gobierno del  Presidente Frei Montalva, que se había formado en esta escuela, José Piñera, hermano del actual presidente. Piñera, en su calidad de Ministro del Trabajo de la Dictadura, ideó un nuevo modelo previsional, en el que y el Estado no tendría que hacerse cargo de esta pesada carga que es el ahorro previsional, sino que sería un nuevo ente -por supuesto privado- que lo hará por él. Es así como nacen las Administradoras de Fondos de Pensiones, entidades creadas por privados, con carácter empresarial, que haciendo muchas promesas a los trabajadores: si se afiliaban a una AFP, traspasando sus los dineros, que hasta en ese momento eran administrados por las Cajas de Previsión, podrían alcanzar ganancias que complementarían esos fondos y que les generarían un aumento considerable de sus rentas. Esto, en el futuro, les daría la posibilidad de tener una pensión similar al sueldo que en ese momento estaban ganando.

Muchos trabajadores entusiasmados por la idea de recibir en el futuro una pensión similar a un sueldo, se cambiaron y otros fueron obligados por sus empleadores a hacerlo. Recordemos que estamos hablando de los años ochenta y de una dictadura que defendía siempre los intereses de los empresarios por sobre los de los trabajadores, y que las organizaciones sindicales estaban en manos de personas serviles al régimen imperante, o eran organizaciones clandestinas, no reconocidas.

En ese tiempo, el Estado entregaba pensiones bajas a quienes estaban en su sistema, pero eran de por vida. El nuevo sistema, al principio parecía maravilloso. Las aseguradoras hacían inversiones en la bolsa de valores y comenzaron a recibir ganancias. Algunas que no supieron hacer y mantener estas rentabilidades fueron quebrando y las más grandes o las que pertenecían a consorcios más poderosas se fueron comiendo a las más pequeñas.

Al retornar la democracia, el sistema de libre mercado se fue reacomodando a los nuevos tiempos y los gobiernos también vieron una fuente de recursos en estas empresas, así que con la bendición de los gobiernos de la Concertación y luego con el primer gobierno de Piñera, al sistema previsional se le hizo algunos retoques un poco más bondadosos y ha continuado manteniéndose en el tiempo y el espacio.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el sistema comenzó a mostrar su verdadero rostro, el del negocio que había detrás. Las pensiones no eran tan suculentas como se esperaba, las ganancias no llegaban a los trabajadores, sino principalmente a los empresarios, dueños de ellas y al haberse dado la autorización en tiempos del presidente Ricardo Lagos para que estas administradoras pudieran invertir los dineros de los afiliados en la banca extranjera, las pérdidas de dinero se hacían cada vez más fuertes, según los avatares del mercado, pero ahí no las asumía la empresa, sino los propios contribuyentes.

La problemática fue cada vez mayor, además el dinero para las pensiones de quienes debían jubilar era calculado según tasas de mortalidad y este se terminaba y la AFP se desligaba del pensionado, dejándolo sumido en la miseria, situación que se da hasta hoy.

El sistema fue importado a otros países de la región, como fue el caso de Perú, Colombia y Argentina. Sin embargo, en estos países, sus legisladores tomaron los resguardos del caso y dejaron además de éste, los antiguos sistemas previsionales, la posibilidad de que si el afiliado no se siente cómodo, pueda volver al sistema del cual salió y la posibilidad de que el afiliado pueda retirar parte de sus ahorros previsionales, en algún momento, para palear alguna situación difícil. Ninguna de las posibilidades antes mencionadas se había dado en nuestro país.

Es por eso que, la posibilidad de retirar un 10 % de nuestros dineros es todo un logro. Porque da la posibilidad de que sean las personas  las que determinen qué van a hacer con ese dinero que es suyo. Las AFP hicieron una verdadera campaña del terror, inclusive con ciertas amenazas. Lo importante, es que la gente no se dejó amedrentar y el clamor popular, silenciado por muchos años, se hizo sentir en el parlamento chileno, quien tuvo la gran posibilidad de hacerse eco del clamor popular y de las necesidades reales de las gente.

Esperamos que en un futuro no muy lejano, podamos establecer un sistema previsional centrado en los seres humanos, en cada una de las personas que lo conformamos, y podamos ser dueños de nuestros dineros. Que tengamos la capacidad de saber qué se hace con nuestros dineros y que el Estado asuma un rol regulador real frente a los entes fagocitantes de la empresa privada. Confío en el que el NO MÁS AFP deje de ser un sueño y se convierta en una realidad para todos y todas.

Alejandro Fabres, C.M:

Seminario «La Juventud Vicentina y la Cultura Vocacional»

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Gran éxito ha tenido la primera cita del Seminario Web de Formación Vicentina «La Juventud Vicentina y la Cultura Vocacional: Desafíos y perspectivas de la desembocadura», un ciclo de seminarios web sobre temas formativos en relación a la Juventud Vicentina.

En esta oportunidad, los padres Álvaro Tamblay, de la Provincia de Chile y Rolando Gutiérrez, de la Viceprovincia de Costa Rica de la Congregación de la Misión, han dialogado, intentando trazar un horizonte sobre la cuestión juvenil en el carisma vicentino y la importancia de la Cultura Vocacional.

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Declaración pública de la Familia Vicentina en Chile

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El Consejo Nacional de la Familia Vicentina en Chile, con motivo de la crisis sanitaria, social y económica por la que atraviesa nuestro país, ha emitir¡do la siguiente declaración pública:

 

 

LA FAMILIA VICENTINA EN CHILE

ENFRENTANDO LA CRISIS DESATADA POR EL COVID-19

LA PANDEMIA SANITARIA, SOCIAL Y ECONOMICA

 

Santiago, 16 de julio de 2020. Fiesta de la Virgen del Carmen

 

El Consejo Nacional de la Familia Vicentina en Chile, ante la crisis desatada por la pandemia del Coronavirus, con sus consecuencias económicas y sociales, que afectan especialmente a los más pobres, “nuestros amos y señores”, manifiesta ante los miembros de nuestra Familia y ante la comunidad eclesial y nacional:

  1. Recogemos la herencia que nos legaran San Vicente de Paúl, Santa Luisa de Marillac y los demás santos y mujeres y hombres destacados en nuestra Familia, quienes nos enseñaron a afrontar, a lo largo de la historia, epidemias, pestes, situaciones de guerra, violencia, crisis sociales. Todas estas situaciones fueron enfrentadas por los nuestros, siempre desde el Evangelio, con decisión, valentía, sin temer el riesgo y con una palabra clara, sin temor de incomodar a quienes, desde posiciones de poder y bienestar, pudiesen se comportan en forma egoísta y negligente.
  2. Hay múltiples ejemplos de valentía y proactividad de nuestros antecesores: San Vicente enfrentando a Mazarino, cuando la Guerra de la Fronda; Margarita Nasseau, que muere infectada, por entregar su cama a una mujer con peste; el P. Justino Delaunay, segundo Visitador de Chile, que se esmeró por atender a los heridos de la Guerra del Pacífico y por auxiliar a los infectados por el cólera, a fines del siglo 19.
  3. Cada miembro de la Familia Vicentina ha sentido un deber, durante estos meses, el seguir todas las instrucciones preventivas, para cuidarse a sí mismo y cuidara los demás. No somos ni nos creemos invulnerables y sabemos que hemos de obedecer a la autoridad, porque nadie está exento de ello y todos debemos ser iguales ante la ley. Es un imperativo ético.
  4. A veces las medidas de prevención son tardías e insuficientes. Por eso, sentimos que, muchas veces, es necesario cumplir no sólo el mínimo de la norma, sino ir al óptimo posible. Nos podemos cuidar y podemos cuidar a los demás, más de lo que la norma y los protocolos exigen. Y cuando comiencen a relajarse las medidas, en vistas de una mejoría de la situación, sabremos que siempre debemos ser prudentes e invitaremos a los demás, también con nuestro ejemplo, a ser prudentes.
  5. Somos partidarios de una sociedad solidaria. Por lo mismo, rechazamos cualquier actitud economicista. La economía no puede ser más importante que la salud, la vida y la dignidad de las personas. Nos esforzamos por vivir de acuerdo con este principio y por ser los primeros en asumir una actitud humana, solidaria, cristiana. Desearíamos que la sociedad, que nuestro país y sus autoridades, actuaran movidos por estos mismos principios.
  6. Consecuentes con lo anterior y en la medida de nuestras posibilidades, hemos organizado -en nuestros grupos y a nivel nacional, todos juntos- campañas para ayudar a los más afligidos, por la falta de alimento y condiciones básicas de subsistencia. Continuaremos, mientras sea necesario, nuestra campaña “La luca solidaria”. Sabemos que estas campañas son medidas de emergencia y que siempre serán insuficientes, pero nuestra conciencia nos dice que no podemos permanecer indiferentes ante el dolor de la gente. Sin embargo, entendemos y afirmamos que, la limosna no puede sustituir a la justicia y que, así como los particulares ayudan, el Estado -como tal- debe ayudar en forma oportuna y suficiente, en momentoS de crisis y arbitrar las medidas para que el futuro sea más justo para todos.
  7. Nos encomendamos y encomendamos a nuestro Chile, especialmente a los más pobres y postergados, a la misericordia infinita del Señor, que vino a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a vendar los corazones heridos y a inaugurar un tiempo de gracia, de gratuidad, de perdón, de condonación de las deudas, de vida
    Confiamos en la maternal intercesión de la Virgen de la Medalla Milagrosa y en la intercesión e inspiración de nuestros santos, a la vez que nos comprometemos a colaborar eficazmente en la búsqueda de un sistema más justo, que comience con el derrumbe de las estructuras injustas de la sociedad.

 

LA FAMILIA VICENTINA EN CHILE

 

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Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

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La semana que va, desde la Ascensión a Pentecostés, la semana en la liturgia nos invita a pedir que se renueve el don del Espíritu Santo, que Jesucristo Resucitado nos ha enviado y en la que al liturgia de la Palabra nos hace reflexionar, a partir de la Oración de Jesús al Padre, para que todos seamos uno, ha sido instituida por la Iglesia como la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. El P. Alejandro Fabres nos ha enviado la siguiente reflexión, a propósito de este evento eclesial, en el que todos los cristianos estamos invitados a unirnos a la Oración del Señor Jesús:

Ut unum sint, es el título de la última Encíclica sobre ecumenismo, que se ha escrito. La presentó Juan Pablo II, el año 1995.

Hablar de ecumenismo y de diálogo interreligioso no es un tema fácil. Para sentarse a dialogar, primero debe existir la voluntad para hacerlo, hay que tener la disposición para escuchar, tener la capacidad de aceptar verdades diferentes a la nuestra, y finalmente decidirse a caminar juntos sin estorbarse, sin hacerse zancadillas, ni tratar de demostrar que eres mejor que el otro. Dicho de manera resumida, «unir sin confundir y dividir, sin separar».

A diferencia de lo que muchos piensan, los primeros en hablar de ecumenismo fueron los protestantes, quienes a través de sus consejos episcopales y mundiales, comenzaron a buscar caminos comunes. Nosotros, como Iglesia Católica, nos hemos sumado lentamente a este proceso, que se hizo más efectivo después del Concilio Vaticano II. Se ha recorrido un camino donde hemos tratado de encontrar una definición para hablar de sacramentos comunes -teniendo en cuenta que muchas iglesias no aceptan los siete-,  las sagradas escrituras -integrando por parte del mundo protestante los llamados textos deutero-canónicos-, reconociendo la figura de María.

El diálogo nos ha ayudado a mejorar nuestras miradas entre nosotros, los trabajos que podemos hacer en bien de la humanidad, terminar con las rencillas, que en nada contribuyen a demostrar el seguimiento de Cristo, que TODOS los cristianos estamos llamados a hacer, en pos de la construcción del Reino.

Hoy más que nunca, en medio de esta pandemia, y pensando que está semana es la semana de oración por la unidad de los cristianos, sería bueno que, sin importar a qué denominación pertenecemos, demos muestras de unidad de criterios, para hacer llamados comunes al autocuidado, a la responsabilidad que tenemos para con la vida mía y del otro, para fomentar la oración común por los que están viviendo el flagelo de esta enfermedad, a ser solidarios con los que más sufren, a aportar con los comedores y ollas comunes que se han formado en nuestros vecindarios. Ser cristianos es eso y mucho más.

Creo que esta semana nos debe llevar, justamente, a que entre todos: evangélicos, luteranos, anglicanos, de la denominación que seamos… y católicos, hagamos vida el llamado de Jesucristo a que todos seamos uno, en la fe, la esperanza y la caridad.

Busquemos seguir a Jesucristo desde lo más profundo del corazón, reconociendo aquello que nos une y hace hermanos, de aquello que nos divide, confronta y muchas veces nos hace sentir que somos enemigos. Recordar siempre: UN SOLO SEÑOR, UNA SOLA FE, UN SOLO BAUTISMO, UN SOLO DIOS Y PADRE. QUE ASI SEA.

Laudato Si, la Rerum Novarum de Nuestro Siglo

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Compartimos en nuestro portal, el siguiente artículo, escrito por el P. Alejandro Fabres para el sitio internacional de nuestra Congregación, cmglobal.org, sobre el aniversario de la Encíclica del Papa Francisco Laudato Si:

Preliminares

Hace 129 años, el día 15 de mayo de 1891, el Papa León XIII, publicó la encíclica Rerum Novarum, “De las cosas nuevas”, considerada el inicio de lo que hoy conocemos como Doctrina Social de la Iglesia.  El Eje central de este documento fue la cuestión obrera, la dignidad del ser humano, el derecho a sindicalización, a la propiedad privada, pero también al reparto equitativo de los bienes y la superioridad del ser humano por sobre las ideologías, tanto del incipiente pensamiento estatista de corte marxista, que miraba al individuo como un engranaje más del aparato estatal y del capitalismo desenfrenado, que asumía a la persona como parte del sistema de producción y del capital.

El ambiente en que dicha encíclica se escribe es el de la revolución industrial, considerando los costos que ella tenía para las cuestiones tratadas en este documento. Nadie puede negar que la Rerum Novarum marcó un hito, no sólo al interior de la Iglesia Católica, sino también  a nivel del pensamiento humanista cristiano y la trascendencia que generó en el mundo político y que hasta hoy se refleja en el trato de cuestiones tan viejas y tan nuevas

Fue por ese motivo que, cuando me senté a releer “Laudato Si”, no pude dejar de pensar, desde sus primeras líneas, que quien se tome en serio el tema de la Doctrina Social de la Iglesia, el pensamiento humanista cristiano y el compromiso con el ser humano y su dignidad, no puede pasar por alto este documento, y no considerarlo el inicio de un nuevo trato en nuestras relaciones con el ser human, en cuanto a los contextos económicos, políticos y sociales que lo afectan, pero que además, de todo lo relacionado con la persona, ya que incorpora un nuevo elemento a esta discusión: el ámbito de la ecología  y de cómo el ser humano debe hacerse parte y responsable en él.

Si bien es cierto, algunas encíclicas y otros documentos eclesiales anteriores habían incorporado y esbozado el trato con la naturaleza, ellas eran enfocadas desde una mirada más bien antropocéntrica. Laudato Si, es la primera encíclica que enfrenta el tema de la ecología como eje temático, poniendo de relieve al planeta y al ser humano, como parte y responsable de él. Si antes se dijo “nada de lo que le sucede al hombre le es indiferente a Dios”, este documento asume esta nueva perspectiva: “nada de lo que le sucede a la naturaleza le es indiferente a Dios”. Es decir, el texto tiene la capacidad de ampliar el horizonte y ayudarnos a mirar más allá de nosotros mismos. Nos abre a la grandeza de la creación y desde allí, nos posiciona para hacernos tomar conciencia de que nosotros somos parte de esta naturaleza y lo que le afecte a ella, también nos afecta a cada uno de nosotros, de forma individual y como colectivo.

No es casual que Francisco haya escrito esta encíclica. Desde que inició su pontificado, el 13 de marzo de 2013, mostró un rostro nuevo que necesitábamos todos los católicos. El ser un Papa venido de las tierras de Abya Yala, debía marcar una  diferencia. Un hombre que mira el mundo desde nuestro continente americano, y no desde cualquier parte de América, sino precisamente desde la parte sur, hace imposible que no tenga una sensibilidad diferente por la Pachamama, la Madre tierra. Esta tierra sobre explotada en sus recursos por el norte rico e industrializado, esta parte del continente que ha librado grandes luchas reivindicativas por sus derechos al agua, a que los recursos naturales permanezcan en nuestro terruño, a que la industrialización no sea tan voraz; donde hemos aprendido a escuchar a los pueblos indígenas, al mestizaje, a los negros traídos por los españoles, ingleses y portugueses y vendidos como esclavos en estas tierras. En este continente con historia de sangre y de dolor -como las de Romero, Angelelii- que, siguiendo la senda de Bartolomé de las Casas y de otros, regaron este huerto florido con las sangre del Martirio.

No es casualidad que el nombre que el cardenal Bergoglio haya tomado para su pontificado, fuese el del santo que le cantó a la naturaleza y desde donde se extrae el nombre de esta hermosa encíclica, “Alabado seas mi Señor”. Era casi normal que, el primer documento escrito íntegramente por el Papa Francisco, fuera un documento que habla desde la ecología, la naturaleza, nuestra relación con el entorno, las repercusiones que el maltrato al planeta tiene en la vida de los pobres y especialmente en la vida de aquellos pobres que son siempre los que terminan pagando los costos de lo que hemos provocado con la sobreexplotación de los mares y ríos, la desforestación de los bosques y la sobreexplotación de los recursos minerales, todo lo que ha desencadenado en nuestro planeta, especialmente en lo concerniente al cambio climático.

Así como León XIII nos sitúa en el contexto de la Revolución Industrial, Francisco nos pone en el de la globalización existente, considerando los aspectos positivos y negativos que ella tiene, además de las nuevas problemáticas emanadas de la bio y  la nanotecnología, la economía de libre mercado, las presencia de los grandes consorcios económicos y su presencia explotadora de los recursos hídricos, mineros, y forestales, en los cinco continentes.

Contexto bíblico

El documento parte desde la sensibilidad de Dios en cuanto a la naturaleza, desde el mismo momento de la creación, haciendo una relación, en el Antiguo Testamento, desde el texto del Génesis, cuando vio Dios que todo lo que había hecho era bueno y le pide al hombre el cuidado y la protección de la misma. En los textos del Deuteronomio, nos hace comprender cuál es el significado que para los creyentes debía tener el día del descanso, el tiempo considerado cada siete años para que la tierra se renueve y dé sus frutos y el sentido del jubileo como un tiempo de gracia para todos y todo lo creado. Un tiempo de justicia, incluso para la naturaleza. Toma los textos de los salmos y nos recuerda cómo el hombre alaba la creación y en ella también alaba a Dios, quien muestra su amor por la humanidad, a través de la naturaleza.

En el Nuevo Testamento, Jesucristo plenifica con su presencia toda creación, no sólo la parte concerniente a la humanidad. Y con su muerte y resurrección destaca el compromiso que Dios tiene con la creación, puesto que es desde allí desde donde él hace nuevas todas las cosas. En las palabras de Jesús, cuando señala que ni el mismo Salomón vistió tan magníficamente como lo hacen las flores del campo ni las aves del cielo, muestra una empatía con la creación y la importancia que ella tiene para el hombre. Tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, el concepto de creación hace referencia a la naturaleza completa. Dios no parcela, sino que integra al hombre dentro de todo lo creado.

La problemática ecológica hoy

Si León XIII llevó al mundo a reflexionar sobre el ser humano y su dignidad, mostrando los errores que las grandes ideologías presentaban cuando, desde sus miradas economistas, deshumanizan al hombre. Francisco nos sitúa en los
nuevos contextos ideológicos. La mirada que, como personas de fe y de buena voluntad, estamos llamados a tener para generar una verdadera ecología social e integradora que sea capaz de superar un ecologismo radical, en donde el ser humano no tiene cabida y que es muy propio de los sectores más acomodados que hablan del respeto a la tierra, a los bosques al agua, pero desde una perspectiva de clase y desde el primer mundo, sin considerar a los pobres que habitan en esos otros lugares, donde no hay agua, donde la tierra ha sido sobre explotada y donde las personas se ven afectadas por la falta de alimentos y de recursos. Esa mirada desde el privilegio, que unos pocos tienen por sobre esa mayoría que pide a gritos mayor equidad en el reparto de los bienes y la posibilidad de trabajo, salarios, salud, educación, vivienda e incluso espacios de recreación con mayor dignidad. Y por otro lado, aquellos ambientes empresariales que hablan de progreso y de economía, sin tener presente a los miles de mujeres y hombres que son explotados, usados y luego desechados por este sistema que engulle a la persona y luego la arroja como objeto inservible. Francisco nos invita a la búsqueda de un equilibrio que nos permita generar condiciones dignas para todos, sin perder el respeto a la naturaleza, convocándonos a una economía sustentable, aprendiendo a mirar el sentido de lo permanente de los recursos por sobre la transitoriedad de las cosas. A generar conciencia de esas tres erres, que el modelo ecológico ha introducido pero que nosotros como cristianos posiblemente no hemos integrado: Reutilizar, Reducir y Reciclar.

Algo importante y novedoso de esta encíclica, es que Francisco reconoce la necesidad de no sentirnos ni creernos dueños de la verdad, sino que es necesario aprender a escuchar a los especialistas en los temas medioambientales, lo que no es materia fácil de comprender ni menos de asumir; buscar el apoyo en iniciativas de hombres y mujeres de buena voluntad, aún de los no creyentes. Y de mirar a las demás ciencias como un aporte y no como un peligro para buscar caminos de convergencia. Invita al mundo a valorar el aporte ético, que desde nuestra fe, los cristianos podemos brindar al desarrollo de una ecología transparente y en donde el ser humano pueda estar presente como parte de este sistema que Dios nos ha regalado como nuestra única casa: nuestro planeta tierra, en donde debemos aprender a vivir y desarrollarnos en armonía, entre todos los pueblos y naciones de la tierra.

Conclusión

Laudato Si es, a mi entender,  el punto de partida para un nuevo trato entre el ser humano, Dios y la creación. Como creyentes nos invita a asumir, con responsabilidad, lo que nos corresponde en el cuidado del medioambiente y como vicentinos, debemos considerarlo, a mi juicio, un documento de vital importancia, teniéndola presente en nuestras planificaciones pastorales y en nuestros trabajos cotidianos. Hemos de ser punta de lanza para generar un cambio al interior de nuestras propias comunidades de manera congregacional y a nivel eclesial, en cuanto a los aportes pastorales que ella nos hace y que pueden ser integrados en nuestras prácticas y discursos catequísticos,  puesto que el cambio climático y todo lo que de ello se desprende, afecta cada vez más la vida de los pobres. Aún estamos a tiempo de hacer ese cambio tan necesario. Mañana puede ser tarde.

Alejandro Fabres, C.M.

Santa Luisa de Marillac, una santidad en medio de las crisis

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Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

P. Álvaro Tamblay, C.M.

San Juan Gabriel Perboyre, el intercesor contra el coronavirus

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Compartimos el articulo difundido por la Agencia Católica de Noticias, en el que Courtney Mare, presenta la vida de los santos vicentinos Juan Gabriel Perboyre y Francisco Regis Clet y presenta las razones por las cuales, él propone como los intercesores por las personas que están padeciendo el COVID-19.

Ciudad del Vaticano, 9 de abril de 2020 / 8:00 AM (CNA)

El primer santo canonizado de China murió por ahogamiento en una cruz en Wuhan el epicentro de la pandemia actual de coronavirus.

San Juan Gabriel Perboyre, un misionero Vicentino sacerdote de Francia, fue traicionado por uno de sus catecúmenos por dinero, encadenado, torturado, atado a una cruz de madera y estrangulado hasta la muerte en Wuhan en 1840.

El Dr. Anthony  Clark, profesor de historia china, ha invertido tiempo en Wuhan investigano sobre la vida de Perboyre y San Francisco Regis Clet, otro sacerdote Vicentino martirizado en Wuhan.

Clark le dijo al CNA que los santos mártires de Wuhan son intercesores particularmente adecuados para aquellas personas que están sufriendo el COVID19 hoy en día.

Los santos Perboyre y Clet fueron martirizados por estrangulación; murieron porque no podían respirar” dijo. “¿Cómo podrían no ser intercesores apropiados para esta enfermedad en particular?”

Entre los tormentos que se le infligieron a Perboyre hubo continuos golpes en su espalda y fue obligado a arrodillare sobre cristales rotos. Es un santo que definitivamente conoció las agonías del sufrimiento físico y puede ser un buen consuelo para aquellos que sufren por este virus”.

Wuhan, conocido ahora como el origen del coronavirus, fue en su día un puesto de avanzadilla para misioneros católicos, que fundaron hospitales católicos en la ciudad.

Fuera del Hospital Central de Wuhan, donde el Dr Li Wenliang (quien avisó sobre la existencia del virus) murió, hay una estatua del misionero italiano Monseñor Eustachius  Zanoli, fotografiado por el corresponsal del New York Times, Chris Buckley.

La placa bajo su busto dice, tanto en chino como en inglés: el Monseñor Eustachius Zanoli, de Italia, fue el primer Obispo de la Iglesia Católica Romana en la provincia Este de Hube. En 1886, invitó a las Hijas de la Caridad Canossianas a Wuhan para que proporcionaran servicios sociales y en 1880 fundó el Hospital Católico de Hankou, el cual supuso el inicio del desarrollo para el Hospital nº 2 de Wuhan (1955) y, seguidamente, el Hospital Central de Wuhan (1999).”

Otro edificio cercano relacionado con el coronavirus, el Hospital Jinyintan de Wuhan, se remonta a un hospital para el tratamiento de enfermedades infecciosas fundado por misioneros franciscanos en 1926, el Father Mei Memorial Catholic Hospital de Hankou.

El nombre se debe al P. Pascal Angelicus Melotto (1864-1923), un misionero franciscano de Italia martirizado en Wuhan, que adoptó el nombre chino de P. Mei Zhanchun. Fue secuestrado con la intención de pedir un rescate por él, pero le dispararon en el estómago con una bala envenenada en 1923.

Me siento feliz de morir por los chinos”, dijo el misionero en el momento de su muerte, según el sitio web de la Oredn Franciscana. Viví en China para los chinos y me siento feliz de morir por ellos.”

El Father Mei Memorial Catholic Hospital de Hankou fue administrado por las Hermanas Franciscanas de la Cristiana Doctrina hasta que los misioneros fueron expulsados de China en 1952, tras la Revolución Comunista china.

La comunidad católica de Wuhan ha sufrido enormemente durante la era del Presidente Mao y la Revolución Cultural, y durante ese tiempo se escondieron las tumbas de los santos Perboyre y Clet para protegerles, debido a la profunda devoción que despertaban”, dice Clark.

Mientras estaba allí, visité el seminario donde las dos tumbas se exhiben ahora para su veneración; los católicos de Wuhan sienten una gran devoción por la Eucaristía y por los Paúles, como Perboyre y Clet, que murieron por ellos, y que derramaron su sangre en el suelo de esa ciudad” añade.

Muchos misioneros partieron a China en el siglo XIX con la seguridad de que nunca regresarían.

No sé qué me espera en el camino que se abre frente a mí; sin duda la cruz, que es el pan de cada día del misionero. ¿Qué más podemos esperar mientras vamos a predicar a un Dios crucificado?” escribió en una carta durante sus viaje a China.

Los restos de Perboyre fueron finalmente trasladados a París, a la casa madre de los Paúles. Hoy en día, su tumba está expuesta en una capilla lateral en la misma iglesia donde descansa el cuerpo incorrupto de san Vicente de Paúl. Fue beatificado en 1889 por el Papa León XIII.

En la canonización de Perboyre en 1996, el Papa Juan Pablo II dijo: Por las calles por las que fue enviado encontró la Cruz de Cristo. A través de la imitación de su Señor, con humildad y mansedumbre, se identificó completamente con él… tras ser torturado y condenado, reproduciendo la Pasión de Jesús con extraordinaria similitud, fue llevado a la muerte, y una muerte de cruz.”

San Juan Pablo II canonizó a san Francisco Regis Clet en octubre del año 2000, junto con otros 33 misioneros y 87 fieles católicos chinos martirizados durante la Dinastía Qing (1644-1911).

Michael Fu Tieshan, un obispo de la iglesia católica gubernamental, la Iglesia Patriótica de China, condenó la canonización llamándola humillación pública” en una entrevista en una televisión gubernamental. AP lo reportó en aquel momento.

El primer obispo patriótico” fue nombrado por el Gobierno comunista de China en 1958, procedente de Wuhan. Dong Guangqing, que murió en el año 2007, fue presidente de la Asociación Católica Patriótica de Wuhan y presidente del Comité Administrativo Nacional de la Iglesia Católica China.

Hoy en día, los católicos de Wuhan tienen una particular devoción por san Francisco en el Sacramento de la Penitencia, según observó Clark.

Los católicos de Wuhan son conocidos por hacer filas muy largas junto a los confesionarios de los sacerdotes que son vistos como más fieles a las auténticas enseñanzas de la Iglesia; son una visión preciosa”, afirma.

Es raro encontrar una iglesia en la que no haya una estatua de san Francisco, y a veces devoción por san Vicente de Paúl. La fe allí e fuerte, y ha florecido incluso más durante tiempos de persecución”, añade Clark.

He oído, de hecho, de católicos que durante este tiempo, se vuelven al Señor y su misericordia  en estos momentos en que nos confrontamos con nuestra fragilidad”, afirma. Recientemente he escuchado de un protestante de Wuhan que ha destacado la tristeza de ver a miembros ancianos de su iglesia falleciendo. El trauma en la comunidad cristiana de Wuhan se ha visto ayudado por la poderosa fe de los cristianos de esa área”.

Reflexiones en tiempos de Pandemia

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El Visitador de la Provincia, P. Fernando Macías, ha hecho llegar a cada misionero, la siguiente carta circular, con motivo de la emergencia que se vive, nivel planetario, por la pandeemos del corona virus.

 

A todos los misioneros de la Provincia:

“La enfermedad nos hace ver lo que somos”
(San Vicente de Paúl)

Queridos hermanos:

Con estas iluminadoras palabras de nuestro fundador, hago llegar un fraterno saludo a cada uno de ustedes, con un gran deseo de unidad entre nosotros, en esta situación difícil que enfrentamos como humanidad, debido a la pandemia del Coronavirus.

Quisiera saber cómo están ustedes, las comunidades y cada uno también. Y saber también de la salud de sus familiares y colaboradores en el servicio misionero. Es necesario que estemos comunicados, hoy más que nunca, debido a la gravedad de esta catástrofe, porque según se presume, pasará mucho tiempo en que no nos podremos encontrar, ya que como dicen los expertos y las autoridades, lo peor de la pandemia está por venir.

No quiero ahondar en todos los datos e informaciones que recibimos en forma constante y que nos provocan tanto dolor. Cada día nos entristece saber de los casos sospechosos, infectados, y fallecidos. Aún no tenemos información oficial de parte de nuestros superiores, acerca del número de cohermanos, hermanas y laicos vicentinos contagiados y fallecidos en los distintos países. Como información preliminar sólo sabemos de la muerte de una hija de la caridad en España, a causa del Coronavirus, Sor Tomasa García. Junto con ello, nos hemos enterado de los contagiados de este virus, cohermanos en la Casa Madre de París, Hijas de la Caridad de España, y seguramente de otros lugares. Tengámoslos presentes en nuestras oraciones.

Retomando la frase de nuestro fundador: la enfermedad nos hace ver lo que somos, mucho mejor que la salud y que en los sufrimientos es donde la impaciencia y la melancolía, atacan a los más decididos”. Creo que estas sabias palabras pronunciadas hace tanto tiempo, nos pueden ayudar a darnos cuenta de lo esencial de la vida -que muchas veces es invisible a nuestros ojos- ante esta terrible enfermedad que afecta al mundo y a la que nosotros no estamos ajenos.

San Vicente nos invita a descubrir nuestra esencia como misioneros de los pobres. Con esta gran tormenta que nos azota, con la que se nos vienen abajo todas nuestras planificaciones, proyecciones, asambleas; nuestros programas pastorales y la planificación de la vida congregacional, a nivel general, provincial y local, y de aquello que pensábamos que era lo más importante; la “sacra rigidez” de nuestras estructuras, además de nuestros brillos personales… Cuando está en juego nuestra propia vida y la de los demás, todo pasa a segundo plano. Por ello, parafraseando a nuestro fundador, decimos que la enfermedad es la mejor escuela de virtudes.

Seguramente el sufrimiento de esta pandemia no sólo nos llena de impaciencia y melancolía. Seguramente hay otras sensaciones que estamos experimentando, a nivel personal y comunitario: el desánimo, la frustración, la irritabilidad, el aburrimiento, los enojos… Y es aquí donde sobreviene la pregunta de cómo ser misioneros de la Buena Noticia, en medio de este caos interior y exterior. Cómo podemos evangelizar, cuando ya no podremos celebrar Semana Santa con el Pueblo de Dios. No podemos celebrar misas y sacramentos en forma pública, no podemos llevar la Buena Noticia a los fieles y a los que no creen… y tantas otras acciones que estamos acostumbrados a realizar, en bien de los pobres.

Me surge la pregunta: ¿Cómo ser misionero en este momento concreto de nuestra vida?

Frente a esta interrogante, dejémonos iluminar con las palabras de nuestro fundador, en esta oración, que sale de las entrañas de la caridad que lo animaba:

“¡Oh Salvador! ¡ Tú que tanto sufriste y que moriste para redimirnos y mostrarnos cómo este estado de dolor podía glorificar a Dios y servir a nuestra santificación, concédenos que podamos conocer el gran bien y el inmenso tesoro que está oculto en el estado de enfermedad!

“Por medio de él, hermanos míos, se purifica el alma, y los que carecen de virtud tienen un medio eficaz para adquirirla. Es imposible encontrar un estado más adecuado para practicarla: en la enfermedad la fe se ejercita de forma maravillosa, la esperanza brilla con todo su esplendor, la resignación, el amor de Dios y todas las demás virtudes, encuentran materia abundante para su ejercicio. Allí es donde se conoce lo que cada uno tiene y lo que es, la enfermedad es la sonda con la que podemos penetrar y medir con mayor seguridad hasta donde llega la virtud de cada uno,si hay mucha o poca, o ninguna. En ningún sitio, se ve mejor como es uno que en la enfermería . Ésa es la mejor prueba que tenemos para reconocer quien es el más virtuoso y quién no lo es tanto; esto nos hace ver que importancia tiene que conozcamos bien la manera de portarnos debidamente en las enfermedades.” (SVP XI, 760-761).

Que estas hermosas palabras de nuestro Padre nos sirvan para progresar en el camino de nuestra propia perfección en el carisma vicentino.

Se nos ha invitado a no salir de nuestra casa, o como diría de San Vicente, a ser “cartujos en casa”. Esto nos ayudará a fortalecer nuestra vida espiritual, sacramental y comunitaria, ya que por el ajetreo ordinario y por nuestro celo misionero, no siempre tenemos toda la paz y tranquilidad que quisiéramos; la misión y el apostolado, a veces, lo impide. Por lo tanto, los exhorto a que en estos tiempos en casa, podamos potenciar nuestras lecturas espirituales personales y comunitarias; darnos un tiempo para el estudio personal y en común. Y no menos importante, darnos tiempo para compartir de manera creativa y lúdica -en la recreación comunitaria- para estrechar nuestros lazos fraternos y superar las fragilidades de nuestras relaciones humanas, las que tantas veces son un mal testimonio en nuestra entrega misionera. Como decía nuestro querido Padre Antonio Elduayen, que acaba de fallecer: “de lo malo siempre se puede sacar algo bueno”. Por eso, los animo a la audacia y a la creatividad para fortalecer y reinventar nuestra vida comunitaria y espiritual.

Con respecto a nuestra vida apostólica, sabemos que se nos invita a utilizar la tecnología, para mantener la fe y la esperanza, unidos a los hermanos que servimos. También se nos pide mantener la comunicación, a través de las llamadas telefónicas, video llamadas, whatsapp y otros medios, con las personas que son más frágiles y con compañeros de misión. Sabemos que muchos están utilizando este modo para acompañar al pueblo de Dios y para acompañarnos entre nosotros.

Sabemos que las autoridades y los especialistas en este tema, nos orientan a quedarnos en casa, a no movernos, ya que, en estas circunstancias, quedarse en casa es una actitud responsable, prudente y lógica para enfrentar la pandemia que nos ataca. Todo pensando en el propio bien y en el de los demás. Creo que nuestras mentes y nuestros corazones entienden bien esto y podemos acomodarnos, para así evitar el celo indiscreto.

Pero no puedo evitar el pensar en cuántos pobres, enfermos y ancianos están solos y abandonados, sin nadie que les ayude o que se interese si tienen para comer o no, si tienen alguien para higienizar su casa, o quién les dé el pan de la esperanza y la bendición de Dios. Ante esto, ¿qué podemos hacer? ¿cómo ser más audaces y creativos, como saber trabajar en redes, con nuestros laicos?, si no podemos realizarlo por nosotros mismos? ¿cómo vivir hoy, dos de nuestras virtudes vicentinas fundamentales: la mortificación y el celo. Como evitar, lo que decía San Vicente: ser misioneros caracoles, cuya energía sólo se gasta en encerrarse en su concha? Se me viene a la mente, la imagen de la entrega valiente de Margarita Nasseau, la valentía de Rosalie Rendu, la abnegación y el martirio de Juan Le Vacher, cautivo en Argel, del Padre Blatiron y sus compañeros misioneros, muertos en 1657, a causa de la Peste en Génova… y así muchos, que han derramado la sangre con la bandera del carisma vicentino, sin olvidar el trabajo abnegado, en nuestro país, del P. Delaunay y los cohermanos, durante la epidemia del Cólera, a finales del siglo 19.

He querido compartir con ustedes esta reflexión y agrego este hermoso texto, de cuando San Vicente habla a los misioneros del celo de una hija de la caridad.

“La reina le ha escrito a la señorita Le Gras, y a mí también, para que enviemos otras hermanas a Calais a fin de asistir a esas pobres gentes; así lo haremos. Hoy saldrán cuatro para allá. Una de ellas, de unos cincuenta años , vino a verme el viernes pasado al hospital, donde yo estaba, para decirme que había sabido que habían muerto dos hermanas en Calais y que venía a ofrecerse para ser enviada en su lugar, si me parecía bien. Le dije: «Hermana, pensaré en ello». Y ayer vino a saber la respuesta que iba a darle. Fijaos, hermanos míos, que gran celo demuestran esas pobres hermanas al ofrecerse de ese modo. ¡Ofrecerse para ir a exponer su vida como víctimas, por amor a Jesucristo y por el bien del prójimo! ¿Verdad que es admirable? Yo no sabría que decir a todo esto, sino que esas pobres hermanas serán nuestros jueces en el día del juicio; sí, hermanos míos, esas hermanas serán nuestros jueces en el juicio de Dios si no estamos dispuestos, como ellas, a exponer nuestra vida por Dios. Y el que todavía no ha llegado a eso, creedme, puede decirse de él que todavía está muy lejos de la perfección. (SVP XI, pág 353 a 354)

Espero confiado que esta reflexión nos ayude a todos a vencer nuestros miedos y desesperanzas, para afrontar este momento tan difícil. Animémonos a fortalecer nuestra vida espiritual, comunitaria y apostólica, a vivir la audacia creativa de nuestro carisma y a vivir, cada momento, con intensidad, alegría y unidad. No perdamos el tiempo en cosas superficiales e innecesarias. A veces, en nuestra vida, nos afanamos en tantas cosas sin importancia, e incluso nos enemistamso con los demás por acciones, omisiones o puntos de vista. Cuando experimentamos la fragilidad de la vida y la pequeñez de nuestro mundo; cuando comprobamos lo insuficiente de la ciencia y de la técnica, que tantas veces hemos sobre valorado, es bueno volver a lo que es a la vez simple y absoluto: Dios primero, Dios siempre y nuestra fidelidad a él… siempre.

Un abrazo fraterno,

Su hermano en San Vicente

 

Fernando Macías Fernández, C.M.
Visitador de Chile