Santo Patrono 

Historia: 

Nacido en Francia como Vincent de Paul a finales de 1500, en un tiempo caracterizado por profundas divisiones sociales, dificultades económicas y conflictos religiosos, Vicente desarrolló desde muy joven un profundo amor por los pobres y necesitados, inspirado por el Evangelio y su deseo de seguir el ejemplo de Cristo en el servicio a los demás. De familia modesta, consiguió estudiar gracias a los sacrificios de sus padres y a la ayuda de algunos benefactores que reconocieron los méritos de este joven inteligente con una precoz vocación religiosa. Tras recibir la tonsura a los 16 años, Vicente de Paúl, gracias al apoyo de un influyente abogado de su región, completó los estudios de teologia en Toulouse. Su dedicación y su pasión religiosa le llevaron a ordenarse sacerdote el 23 de septiembre de 1600. Al principio emprendió este camino como sacerdote secular, pero más tarde encontró su camino en la Compañía del Santísimo Sacramento, donde siguió creciendo espiritualmente, recurriendo a contactos ilustres y celebridades religiosas que adhirieron a esta sociedad secreta católica.

Sin embargo, la vida destinaba nuevos desafíos y adversidades a Vicente de Paúl. En 1605, mientras viajaba en un barco de Marsella a Narbona, fue capturado por piratas turcos y pasó dos años como esclavo en Túnez. El encarcelamiento puso a prueba su fe y su resistencia, hasta que su amo, que se había convertido al cristianismo, decidió liberarlo.

Una vez recuperada la libertad, Vicente de Paúl regresó a Francia y entró en la corte francesa en calidad de capellán y limosnero de Margarita de Valois, una oportunidad que le proporcionó una visión privilegiada de la sociedad de la época, pero que también le permitió percibir las profundas diferencias entre ricos y pobres que serán el fundamento de su obra de misericordia. A pesar de su posición privilegiada, Vicente no se dejó engañar por ambiciones materiales o profesionales, sino que decidió retirarse a Clichy, como simple coadjutor, para dedicarse en cuerpo y alma a la enseñanza del catecismo y, aún más importante, a la ayuda directa a los enfermos y los pobres.

Este período de su vida está inspirado sobre todo por su reciente conocimiento de Francisco de Sales, obispo, teólogo, predicador y fundador de la Orden de la Visitación de Santa María, que supo hacer del amor a Dios y de la dulzura en la expresión de sus creencias su arma más poderosa. Este encuentro dirigió aún más significativamente la vida y la obra de Vicente hacia una perspectiva de caridad y servicio a los demás y estableció las bases para la fundación de las Hijas de la Caridad y las Cofradías de la Caridad, la verdadera herencia de amor y compasión por el prójimo dejado por San Vicente de Paúl.

Vicente continuó persiguiendo sus objetivos, tanto como sacerdote como cooperando con muchas familias nobles de la época para obtener la financiación necesaria y la ayuda para promover sus obras de caridad. Como preceptor al servicio de los marqueses de Gondi, proporcionó ayuda práctica a niños huérfanos y desheredados. También creó grupos de sacerdotes instruidos para evangelizar a los campesinos de las zonas rurales más pobres. Así nació en 1625 el primer núcleo de la Congregación de la Misión (Congregatio Missionis), una sociedad clerical de vida apostólica de derecho pontificio, cuyos miembros se llamarían más tarde comúnmente lazaristas o vicencianos.

Sus numerosas iniciativas humanitarias, llevadas a cabo también con la ayuda de sus Misioneros y de las Hijas de la Caridad, se dirigían a los pobres, los enfermos (también ingresarían en el Hospital de los Inocentes de París), los huérfanos, los ancianos e incluso las víctimas de las Guerras de Religión entre católicos y protestantes que habían afligido el país en aquellas últimas décadas.

El Rey Luis XIII llamó a Vicente a la corte como consejero, aunque por poco tiempo, pero luego lo quiso a su lado en su lecho de muerte.

San Vicente de Paúl murió el 27 de septiembre de 1660. Sus restos son enterrados hoy en la Capilla de Saint-Vincent-de-Paul, en París. El 27 de septiembre, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de San Vicente de Paúl (la misa tridentina se celebra el 19 de julio).

La herencia de San Vicente de Paúl perdura hasta nuestros días a través de la labor de las Hijas de la Caridad y las Cofradías de la Caridad, que siguen sirviendo a los pobres y necesitados en todo el mundo. Su vida y su compromiso fueron reconocidos con su canonización en 1737 por Papa Clemente XII.

Oración:

¡Oh glorioso San Vicente, celeste Patrón de todas las asociaciones de caridad y padre de todos los desgraciados, que durante vuestra vida jamás abandonasteis a ninguno de cuantos acudieron a Vos! Mirad la multitud de males que pesan sobre nosotros, y venid en nuestra ayuda; alcanzad del Señor socorro a los pobres, alivio a los enfermos, consuelo a los afligidos, protección a los desamparados, caridad a los ricos, conversión a los pecadores, celo a los sacerdotes, paz a la Iglesia, tranquilidad a las naciones, y a todos la salvación. Sí, experimenten todos los efectos de vuestra tierna compasión, y así, por vos socorridos en las miserias de esta vida, nos reunamos con vos en el cielo, donde no habrá ni tristeza, ni lágrimas, ni dolor, sino gozo, dicha, tranquilidad y beatitud eterna.

Amén.