Segundo Encuentro del Mes Vicentino virtual

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Con una importante número de participantes, conectados desde todo Chile y desde el extranjero, se tuvo este sábado 12 de septiembre, el segundo encuentro del Mes Vicentino, a través de la plataforma ZOOM.

En esta oportunidad, Sor Claudia Artiga presentó la charla «Las Hijas de la Caridad en Chile, hoy», haciendo un recorrido a través de las comunidades y de las obras que mantienen las Hijas de la Caridad, a lo largo de Chile y como parte de la Provincia América Sur – Nuestra Señora de la Misión. Explicó cómo están organizadas, cuáles son las tareas que cumplen, cómo va la Pastoral Vocacional y cómo se vinculan con la Familia Vicentina en su conjunto. Trajo, además, el saludo de Sor María Elisa Ortiz, Visitadora de la Provincia.

La conferencia de Sor Claudia estuvo precedida del saludo de Daniela Quinchaman, Presidenta Nacional de JMV y Coordinadora de la Familia Vicentina en Chile. Además los jóvenes de JMV de Punta Arenas y Tomé dirigieron un momento de oración, al comienzo del Encuentro.

Al final de la exposición, Sor Claudia contestó algunas preguntas y recibió los saludos de las personas conectadas a través de Zoom, Facebook y de la señal de Radio Vicentina.

Jóvenes JMV e Hijas de la Caridad siembran esperanza en Copiapó

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Entre las muchas iniciativas emprendidas en la Iglesia y en nuestra Familia Vicentina, para ir en ayuda de quienes más están sufriendo a raíz de la crisis económica y social, que se ha visto agravada por la pandemia del coronavirus, cabe destacar la obra de las Hijas de la Caridad, y de la Juventud Mariana Vicentina en Copiapó.

Las Hermanas Raquel Argel, Carmen Gloria Acevedo, Juanita Romero y Cristina Tola, junto a los jóvenes JMV, se han organizado para llevar -al menos tres días por semana- desayuno a los ocupantes de la toma de calle Andacollo de esa nortina ciudad.

Los pobladores han recibido con alegría, gratitud y esperanza esta ayuda, en medio de la crisis que ha venido a incrementar las carencias que ya sufrían y que los ha hecho vivir en precarias condiciones  en una toma.

Los jóvenes han puesto su trabajo y a través, especialmente de las redes sociales, han convocado al resto de a población a solidarizar con estos hermanos en necesidad, poniendo en práctica toda la enseñanza valórica, con acento vicentino, recibida en la Escuela San Vicente de Paúl, de la que la mayoría de ellos son ex alumnos, tal como lo señaló el director de dicho establecimiento, Rigoberto Barrera.

Además de los más de 60 desayunos, han llevado ropa y algunas veces el almuerzo. A esto hay que agregar la campaña de recolección de leche y galletas para los niños.

Por otra parte, están empeñados en construir una sede, para atender a las familias del sector, lo que tiene como objeto trabajar en la promoción integral de las personas.

 

Las vicentinas de Santa Marta: la delicadeza del Papa por sus «hijas»

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Desde que fue elegido Pontífice, Jorge Mario Bergoglio ha celebrado su cumpleaños, el 17 de diciembre, con los niños del Dispensario Pediátrico de Santa Marta, en el aula Pablo VI, acompañado de la responsable, la Hermana Antonietta, de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Es la congregación religiosa que el Papa Pío XI, el 8 de mayo de 1922, llamó para administrar este organismo que brinda asistencia gratuita a los niños que no poseen la tarjeta del Servicio Nacional de Salud y a sus madres. Y en 1996, San Juan Pablo II, después de completar la construcción de la Casa Santa Marta, también confió a las hijas de la caridad la tarea de servir a los sacerdotes de la Secretaría de Estado que permanecen en este edificio, con los obispos y cardenales que pasan por el Vaticano. Entre ellos, también el cardenal Bergoglio, quien como Papa eligió la Domus Sanctae Marthae como su residencia.

Durante cuatro años, la Hermana Stefania ha estado preparando la Misa del Papa.

Hoy, al recordar a la fundadora, Santa Luisa de Marillac, protectora de quienes trabajan en obras sociales, el Papa Francisco pidió orar «por las Hermanas Vicentinas que han dirigido este dispensario, durante casi 100 años y trabajan aquí, en Santa Marta para este hospital «. E invocó la bendición del Señor sobre ellas.

Durante cuatro años, la hermana superiora de la pequeña comunidad de cuatro religiosas ha sido la hermana Stefania Monti, de origen toscano, quien desde 2004 a 2016 sirvió en la Caritas de Rimini, donde manejaba la cantina y ayudaba a los ancianos. Hoy se encarga de preparar todo para la celebración de la misa de la mañana en la capilla de la casa. Le pedimos que nos cuente sobre sus emociones esta mañana después de la oración del Papa.

R.- Es motivo de alegría y gratitud por el servicio que hacemos, de acogida a los sacerdotes que trabajan en la Secretaría de Estado, a los obispos y cardenales que están de paso. Un servicio también hecho de preocupación porque estos sacerdotes también a veces se enferman, por lo que necesitan que vayamos a la farmacia para traerles medicamentos o visitarlos en el hospital. Además de este servicio a los sacerdotes, tenemos el servicio a familias y niños que acogemos aquí en el dispensario. Tal vez sea un servicio más visible: tratamos de acoger a estos niños, para promover su salud lo más posible, a través de la atención de su persona y, sobre todo, teniendo en cuenta la dignidad de la persona. Buscamos también de ayudarles en su formación y con momentos de oración entre ellos o con los voluntarios.

Justo ayer, 8 de mayo, Uds. celebraron 98 años de tu dispensario en el Vaticano. ¿Qué significa para usted ayudar a los niños pobres y migrantes y a sus madres cerca de la casa del sucesor de Pedro?

R.- Es algo muy agradable, dar la oportunidad también a estas familias que están lejos de sus países de hacer que estos niños crezcan bien y darles la oportunidad, como otros niños aquí en Roma, de acceder a los diversos servicios de salud.

Durante este período de pandemia, ¿permaneció abierto el dispensario?

R. – No, pero ahora la hermana Antonietta (Colacchi, responsable del dispensario pediátrico), junto con su equipo y también el médico que la ayuda, están organizando cómo hacerlo porque deben desinfectar todos los entornos y deben tener todo el equipo necesario para para dar la bienvenida a estas familias. Todavía no hay una fecha determinada, pero se cree que podrá reabrir después de mediados de mayo.

Sin embargo, las Hijas de la Caridad han estado en el Vaticano durante mucho tiempo, exactamente desde 1884, llamadas por León XIII. ¿Puedes contarnos cómo sucedió?

R.- Había una gran pestilencia, como hoy en día, con esta pandemia. León XIII le pidió a nuestra madre general en París si podían venir las Hermanas a darle una mano. Creo que fueron pocas, 3 o 4.

Cuando se construyó la Casa Santa Marta, San Juan Pablo II lo llamó para servir en esta casa, que el Papa Francisco también eligió para sí mismo. Este es un servicio diferente al de los más pobres de los enfermos. ¿Cómo se relaciona con el carisma de su fundadora?

R.- Es diferente pero siempre es una presencia de caridad. Porque cada uno de nosotros siente la necesidad de una mirada, una atención, un saludo. Es una caridad noble, más allá de un servicio manual, concreto. El Papa Francisco siempre habla de una atención hecha de miradas, de dar el saludo primero …

La oración y la caridad son los pilares de tu Regla. ¿Pueden también rezar con quién asistes, los niños, sus madres y también los invitados de Casa Santa Marta?

R. – Sor Antonietta varias veces al año organiza reuniones tanto para madres con hijos como para voluntarias, oraciones y también capacitación con voluntarias. Estamos aquí en Casa Santa Marta, con los sacerdotes, el primer jueves del mes, a las 9 de la noche, hacemos la adoración con todos los sacerdotes residentes. Es un momento fuerte y comunitario. Luego, durante nuestras fiestas vicentinas, algunos participan en nuestras celebraciones. Por ejemplo, cuando renovamos los votos el 25 de marzo, siempre hay sacerdotes presentes, como el 27 de septiembre para la fiesta de San Vicente, y también está el personal. Es un hermoso momento comunitario. No hay separación entre la caridad y la oración, porque siempre me lo digo a mí y a las hermanas, y también cuando tengo motivos para encontrarme con alguien del personal o de los sacerdotes, la oración de la mañana da significado a los pequeños gestos del día.

Y también es un servicio el que Uds. hacen, preparando la Misa del Papa en la capilla de la Casa Santa Marta …

R.- Hay una hermana a cargo de pequeños servicios dentro del departamento donde vive el Papa Francisco. Mientras que para la misa, yo estoy a cargo de de que todo esté listo, ordenado, preciso y no sólo para la celebración del Papa Francisco, sino también en las capillas donde celebran los monseñores residentes.

Es una gracia estar con el Papa todas las mañanas …

R. – Sí, de verdad. Hay mucha alegría Y esta alegría nace, surge del hecho no sólo de encontrarlo. Cuando (el Papa) viene para la celebración de la mañana, es él primero quien viene a recibirte y a ofrecerte la mano para saludarte: las primeras veces que me quedé y en su lugar caminé para recibir este saludo, este apretón de manos, este deseo de un buen día, buen trabajo. Yo venía de una realidad muy diferente, de una Caritas diocesana, en Rimini, y por lo tanto de un trabajo completamente diferente, pero el compromiso y el amor, créame, que puse en esos muchos años que estaba allí con los pobres, es el mismo fervor, el mismo amor que pongo aquí al servicio de Santa Marta.

¿Un episodio que recuerdes en estos cuatro años de servicio?

R.- Para nuestras celebraciones comunitarias, y también para algún cumpleaños, el Papa llega por la mañana, para la celebración de la misa, con un bolso, de papel blanco, y nos dice: “Esto es para ti , para celebrar… «Y esta es la delicadeza, la preocupación también por estas» hijas «. Es una cosa verdaderamente bella, que la primera vez me sorprendió, pero luego, entendí la grandeza de alma de esta persona.

Entrevista hecha por Alessandro Di Bussolo
Vatican News – Radio Vaticana


	

Sor Rosario Pradenas Salgado, Hija de la Caridad (Q.E.P.D.)

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Esta mañana, en la Casa Nuestra Señora de la Asunción, ha fallecido víctima de un cáncer, Sor Filomena del Rosario Pradenas Salgado, Hija de la Caridad, que había nacido en Coelemu, el 7 de octubre de 1942. Sus padres fueron Don Artemio Praderas y la Señora Emilia del Carmen Salgado Rivas.

Sor Rosario sirvió en distintas obras de la Provincia, empezando en el Hospital de Concepción y concluyendo en la Comunidad del Hospital El Salvador de Santiago, con trabajo en el vecino Hospital Geriátrico. En el Hospital de Concepción recibió la formación profesional y luego fue contratada y trabajó como una funcionaria más, cumpliendo con todos los turnos diurnos y nocturnos, sin excluir los días festivos. Tenía gran capacidad para comprender y atender las diferentes patologías que afectaban a los pacientes.

En el Hospital de Rancagua tuvo una gran experiencia de trabajo «en terreno», una manera de trabajar que a ella le gustaba mucho y se trasladaba en bicicleta, en la ambulancia, en el bus, para visitar a los enfermos en su domicilio. Era un trabajo muy bello y my propio de una Hija de la Caridad, porque los pacientes eran pobres, que vivían en poblaciones marginales.

En Valparaíso, trabajó, primer en el desaparecido Hospital Enrique Deformes, incluso después que las Hermanas salieron de ahí. En ese Hospital también estuvo contratada y por lo tanto, viviendo en e Hospital Van Buren, siguió trabajando en el Deformes. Posteriormente, también trabajó en el Hospital Carlos Van Buren.

Pero, a pesar de su especialización en el área de la salud, Sor Rosario no sólo trabajó en hospitales. También trabajó en el Hogar del Niño en Punta Arenas; en El Centro Abierto Belén de El Manzano, en San Bernardo; en el Hogar El Atardecer e incluso en la entonces Casa Provincial de calle Venecia.

Sor Rosario no gozó de buena salud. Debió someterse a intervenciones quirúrgicas varias veces, ya que sus huesos estaban muy debilitados. Tenía cuatro prótesis. Esto significó que tuvo que dejar el servicio por largos períodos, cuando era intervenida y para sus respectivas recuperaciones. este mal le acompañó desde joven. Sin embargo, nunca se acobardó para seguir sirviendo a sus enfermos. Era una mujer muy apostólica y sirvió muchas veces de nexo para encontrar un sacerdote para satisfacer las necesidades espirituales y pastorales de sus pacientes, consiguiendo la celebración de la misa y la administración de la Santa Unción. Y sólo para los pacientes, sino también para los doctores y el personal. También trabajó preparando a hijos del personal para los sacramentos.

Otra de sus obras era el Ropero para los pobres, para los pacientes, especialmente con pijamas, para que los enfermos estuvieran siempre limpios, aseados y bien presentados para las visitas.

Era aficionada a las manualidades; tejidos, bordados, pinturas, rosarios. Estos trabajos los vendía para ayudar a los enfermos, especialmente cuando les daban el alta y no tenían los medios para irse. Lo mismo para ayudar en los gastos por el funeral d los que fallecían.

Por otra parte, Sor Rosario era una mujer muy alegre. Le gustaba ir de paseo, salir al centro, gozaba de la buena mesa y de las fiestas, como también de las amistades y de su familia, con la tenía una muy buena comunicación.

También, Sor Rosario tenía una vocación especial para trabajar con los jóvenes, especialmente con la Juventud Mariana Vicentina, con quienes sentía gran cariño. Donde era destinada, trabajaba con JMV y conseguía nuevos jóvenes para la Asociación.

Hace unos meses se le diagnosticó este cáncer que la atacó muy duramente y el cual debió dejar su trabajó en el Hospital Geriátrico y la Comunidad de El Salvador, para ir a la Casa de La Asunción. Sus últimos días los vivió en una actitud de absoluta entrega a la voluntad de Dios.

Oficializada la sucesión de la Superiora General de las Hijas de la Caridad

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Luego del fallecimiento de Sor Kathleen Apple, Superiora General de las Hijas de la Caridad, se cumplió con las disposiciones de las Constituciones de la Compañía y asumió como Superiora General quien, hasta ese momento, era la Asistente General, Sor Françoise Petit. Sor Françoise ejercerá este servicio hasta la próxima Asamblea General, que debería celebrarse durante el año 2021. También se ha informado que la nueva Asistente General es Sor Iliana Suárez.

Así lo ha hecho presente el Superior General, P. Tomaz Mavric, en una carta dirigida a la Compañía, el pasado 1 de abril:

«La desaparición de Sor Kathleen nos sume a todos en la tristeza, pero nuestra fe inquebrantable en la

Asistenta General

Resurrección nos mantiene en la esperanza de que volveremos a vernos y de que estaremos juntos por toda la eternidad… Toda buena organización tiene un plan de sucesión. La Compañía de las Hijas de la Caridad no constituye una excepción. Sus Constituciones lo han previsto. El objetivo de esta carta es informarles de las medidas que se han tomado o se tomarán en este aspecto.

La Constitución 66g estipula: «Su oficio [el de la Superiora general] queda vacante al terminar su mandato; puede quedar vacante también por fallecimiento… En caso de quedar vacante el oficio de Superiora general, la Asistenta general desempeña el oficio hasta la próxima Asamblea general ordinaria».

A la muerte de Sor Kathleen, Sor Françoise PETIT, como Asistenta general, ha asumido inmediatamente este oficio y lo desempeña hasta la Asamblea general, el próximo año. Confío en que concederán a Sor Françoise el mismo apoyo y la misma oración que han concedido a Sor Kathleen. Ella ha sido una ayuda preciosa para Sor Kathleen, sobre todo durante la enfermedad de esta última, y cuenta de ahora en adelante con su ayuda.»

Falleció Sor Silvia Muñoz Urrutia, Hija de la Caridad

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A las 15.15 de este Domingo de Pascua, 12 de abril de 2020, falleció Sor Silvia Muñoz, Hija de la Caridad, víctima de un agresivo cáncer que la afectaba desde hace algún tiempo. En las últimas semanas había recibido la Unción de los Enfermos y había renovado sus Votos en su lecho de enferma. Había mandado celebrar misa para poder por su buena muerte y para prepararse para su «pascua» con mucha paz, sin miedo ni temor y confiando al señor, al que le pedía que se acordara pronto de ella.

Sor Silvia del Carmen Muñoz Urrutia había nacido en La Calera, Región de Valparaíso, el 30 de diciembre de 1933 y sus padres fueron Don Romilio Muñoz y doña Ana Urrutia, tuvo dos hermanos y una hermana, la que ayudó arriarla junto a su abuelita, ya que su mamá falleció cuando ella era pequeña. Ingresó a la Compañía el 25 de septiembre de 1956.

Sor Silvia era profesora normalista y por lo mismo, su vida como Hija de la Caridad estudio dedicada especialmente a la Educación. sirvió en colegios como Santa Luisa de Marillac de Santiago, Margarita Nasseau de Tomé,San Vicente de Paúl de Copiapó, en el Hogar santa Ana de Quilpué y en la Escuela Santa Anna de Valparaíso, donde permaneció por 20 años y dio clases de religión y de artes manuales. Era muy artista, le gustaba la belleza del baile, la danza, el teatro, le gustaban mucho las flores.

Sus últimos años fue destinada al Hospital Salvador de Santiago, donde descubrió esa otra faceta de una Hija de la Caridad: acompañe y servir a os enfermos y a sus familiares. Fue muy feliz en ese servicio. Cuando se le declaró en cáncer, que poco a poco fue siendo más agresivo, los superiores decidieron que fuera a la Casa de La Asunción, para cuidarla mejor en su enfermedad.

Era una mujer muy espiritual, piadosa y espontánea. Uno de sus santos favoritos era el Santo Cura de Arsenal, por su sencillez y mortificación; le gusta leer su vida. Pero también era una persona que disfrutaba de las cosas de la vida, de una buena comida, de una buena película y de combatir con los demás. Era muy cariñosa. Hasta sus últimos días, cuando algún seminarista o algún Padre que ella había conocido desde joven, lo trataba con mucho afecto y con su típica expresión: «mijito».

Recibió la gracia de partir a la Casa del Padre justo el día de la Resurrección del señor, quizá como un premio por todo el bien que hizo y la alegría que prodigó, entre quienes compartieron con ella.

Fallece Sor Kathleen Appler, Superiora General de las Hijas de la Caridad

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A las 7 de la mañana de hoy, en la Casa Madre en París, falleció apaciblemente, sor Kathleen Apple, Superiora General de las Hijas de la Caridad. Ayer había recibido la Santa Unción, rodeada por las Hermanas que conforman el Consejo General.

Nacida en Utica, Nueva York, Estados Unidos, sor Kathleen fue elegida Superiora General de las Hijas de la Caridad , en la Asamblea General, el 25 de mayo de 2015. Antes de su elección como Superiora General,  había sido miembro del Consejo General de las Hijas de la Caridad, desde junio de 2009 y Visitadora de la antigua Provincia del Noreste de Estados Unidos, con sede en Albany, Nueva York.

Sor Kathleen ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad en abril de 1973 en Boston, Massachusetts. Había cumplido 46 años de vocación en abril de 2019.

Sor Kathleen sirvió en ministerios de educación, administración, vocación y formación. Sirvió en escuelas en Syracuse, N.Y. (Cathedral School, 1974 a 1975); Bridgeport, Connecticut (St. Ann’s School, 1975 a 1979); Utica, N.Y. (Escuela de Nuestra Señora de Lourdes, 1979 a 1982 y 1985 a 1995); y Wilmington, Del. (St. Peter’s School, 1982 a 1985). También prestó servicios en St. John’s Parish Center en Brooklyn, Nueva York, de 1995 a 2000. También se desempeñó como Hermana sirviente en Brooklyn de 1997 a 1999. La hermana se trasladó al gobierno de la Provincia y residió en Albany hasta su nombramiento en París. en 2009.

Graduada en 1970 de la Utica Catholic Academy en Utica, N.Y., sor Kathleen obtuvo una Licenciatura en Artes Liberales en el Maria Regina College en Syracuse, N.Y., en 1975; licenciatura en literatura inglesa con especialización en educación primaria de la Universidad del Sagrado Corazón en Bridgeport, Connecticut, en 1978; maestría en educación primaria de la Universidad Estatal de Nueva York en Cortland, Cortland, N.Y., en 1984; y Certificación en Dirección Espiritual del Centro para la Espiritualidad en el Trabajo, Denver, Colorado, en 2006.

El 8 de julio de 2019, el Papa Francisco la nombró miembros de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, junto a otras seis superioras generales, siendo la primera vez que se nombraba a mujeres en estas responsabilidades.

Desde hace algunos meses, se sabía que la Madre General estaba afectada por una grave enfermedad, la que ahora provocó su lamentablemente fallecimiento.

 

Falleció Sor Lucía Cancino Droguett

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En la Casa de Hermanas Mayores, Nuestra Señora de la Asunción, falleció a las 4 de la madrugada de hoy, Sor Lucía del Carmen Cancino Droguett, de 93 años. En los últimos días había estado internada en el Hospital San José, pero en la tarde de ayer había sido trasladada a la casa, donde finalmente falleció.

Sor Lucía había nacido en Doñihue, el 10 de junio de 1926. Sus padres fueron Don Oscar Cancino y Doña María Droguett. Es la segunda de cinco hermanos: María, Lucía, Oscar, Inés (también Hija de la Caridad) y Orestes, de los cuales sobreviven los dos últimos.

Ya en la Compañía, hizo estudios de enfermería, durante cuatro años, en el Hospital de Talca. En ese mismo Hospital, en 1954, los médicos le diagnosticaron equivocadamente apendicitis y la operaron. Sin embargo, tenía tifus, que era una enfermedad de alta mortalidad en la época. Se hizo una cadena de oración por ella y se salvó, sobreviviendo por todos estos años, en general con muy buena salud.

Es recordada como una hermana dulce, tierna, delicada y generosa. Trabajó por largos años en el Hospital El Salvador de Santiago , donde se ganó el cariño de todos por su esmerado servicio y por la dulzura de su carácter.

Cuentan que cuando un pobre necesitaba atención médica y ya no había números, ella acudía con tiernos acentos al médico, a fin de conseguir que atendiera a ese pobre: «papito, mijito, necesito un ratito para él (o ella), no alcanzó número»… Ningún médico negó a su petición, sino que la respuesta era: «Espere, Sor Lucía, voy enseguida…»

Pero no sólo los enfermos eran beneficiados por el esmero y la exquisita caridad de Sor Lucía, sino también los funcionarios del Hospital, especialmente los empleados de servicio, los más humildes. Es así como no era raro que alguno de ellos tocara el timbre en la Comunidad diciendo: «Sor Lucía me dijo que pasara al jardín a tomar limones» y «no había cómo decirle que no, ya que lo que mandaba la Madre Lucía era palabra de Dios», comenta una de sus Hermanas Sirvientes. Y agrega: «Ella era todo bondad para los médicos, para los funcionarios… era amor sin medida… Todos la amaban…»

Cuando a Sor Lucía se le diagnosticó anemia y tenía indicado comer carne, muchas veces fue sorprendida guardando su porción de carne, para luego llevarle a uno de los funcionarios más pobres del Hospital. Al ser advertida que ella necesita esa alimentación, contestaba que aquel pobre hombre está todo el día en su lugar de trabajo y nadie se preocupa de él… Y no había Hermana Sirviente que pudiera convencerla de lo contrario, porque además, tenía razón.

Eran innumerables las cosas que podía conseguir para los pobres. Además ella todo lo regalaba, no reservaba nada para sí misma. Por eso cuando alguna vez estuvo enferma y debió guardar reposo por largo tiempo, la gente se las ingeniaba para visitarla y dejarle regalos. Regalos sencillos, pequeños. Regalo de pobres, pero que contenían amor y gratitud.

Cuando los superiores decidieron trasladarla desde el Hospital Salvador a la casa de la Asunción, hubo gran resistencia de parte de los funcionarios del Hospital. Incluso escribieron a Roma, para evitar ese traslado.

Sor Lucía, además cultivó la música y el canto. Y algo muy importante, nunca habló mal de sus hermanas, ni del capellán, ni de los Padres Vicentinos, ni de nadie. Ella sentía una gran veneración por los sacerdotes y especialmente por los capellanes del Hospital. Eso no cabía en ella. A todos trató con dulzura y amor.

 

Fallecen Sor Catalina Sepúlveda y Sor Carmen Suazo

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Con un intervalo de tres horas y media, fallecieron en la Casa de la Asunción y a escasas horas del inicio del nuevo año, este martes 31 de diciembre, Sor Catalina Sepúlveda y Sor Carmen Suazo, Hijas de la Caridad.

Sor Catalina era oriunda de Chillán y su nombre civil era Nemesia. Toda su vida como hija de la caridad, la hizo sirviendo a los pobres enfermos en los hospitales de Rancagua, San Fernando, Concepción, Chillán, Santiago, La Serena y Valparaíso. Desde hace doce años estaba en la Casa de las Hermanas mayores.

Era una Hermana sencilla y humilde muy piadosa y respetuosa y atenta. Su expresión favorita era «unión de oraciones».

Sor Carmen también era oriunda de Chillán. Era una hermana cordial  alegre y muy piadosa. Con 105 años reía siempre y hacía broma a los demas y sobre sí misma. El pasado 27 de noviembre, recibió, de manos del Padre Fernando Macías, la Unción de los enfermos, además de confesarse. Todo lo ofreció por los Padres y las Hermanas.

Durante su vida como hija de la Caridad prestó servicios en los hospitales J.J. Aguirre, San Borja, de Santiago; Deformes y Van Buren, de Valparaíso.

Ambas Hermanas fueron mujeres de Dios y de los pobres, alegres y entregadas, piadosas y con un gran cariño por la Doble Familia de San Vicente.

Sus funerales serán comunicados oportunamente.

Saludo Navideño entre Hijas de la Caridad y Misioneros

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Siguiendo una ya antigua tradición, se encontraron este jueves 26 de diciembre, las Hermanas y los Misioneros de las casas de Santiago, para saludarse mutuamente, con motivo de la Navidad. El encuentro tuvo lugar esta vez en la Casa Central de los Misioneros en Alameda. Como siempre, lo primero fue celebrar juntos la Eucaristía, que presidió el Visitador, P. Fernando Macías y luego se tuvo un aperitivo y el posterior almuerzo. al final del almuerzo, preparado por el P. Luis Chávez, tuvo lugar la entrega de los regalos que, cada uno y cada una, trajeron para su amigo secreto. También hubo un rico compartir entre hermanos y hermanas que se quieren bien: hubo risas, conversación, canto de villancicos, alegría y fraternidad.

Esta tradición se remonta al menos a los comienzos de los años 80 y al comienzo se le llamaba «el saludo a los superiores». Posteriormente, se prefirió llamarlo «Saludo Navideño». En los primeros años se juntaba un gran cantidad de Hermanas y varios Padres, hermanos y seminaristas, no sólo De Santiago, sino también de Valparaíso, Quilpué, Rancagua y otros lugares cercanos. De hecho, más de alguna vez, esta encuentro se lo tuvo fuera De Santiago, por ejemplo en Valparaíso y en Quilpué. Hubo algún tiempo en que esta fiesta se replicaba en Valparaíso, donde se reunían las Comunidades de las Hermanas y loa Padres, que vivían y trabajaban en  esa región.

Esta tradición evoca, incluso, algunos hechos históricos em la vida de ambas compañías, como cuando en el año 2000, un grupo de Hermanas que venía desde Valparaíso para participar en este encuentro, que esa vez tendría lugar en la Casa de los Misioneros en Macul, sufrieron un grave accidente automovilístico, en la ruta 68.

Con el pasar de los años, han ido disminuyendo las Hermanas y los Misioneros y dado que al Visitadora de las Hermanas no vive en Chile, se hace difícil la coordinación. Por eso, esta vez, fue una comunidad local de Misioneros la que organizó la fiesta e invitó a los demás, con tal de que la hermosa tradición no muera.

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