Vicentinos en la primera línea

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Hasta el Hospital Luis Tizné, ubicado en la Avenida Las Torres, en Peñalolén, dentro del territorio parroquial de Santa María Reina del Mundo, concurrieron en la tarde de este viernes 29 de junio, los Padres Álvaro Tamblay y Cristopher Groff. Ellos y todos los que un día sirvieron en esa parroquia, han concurrido muchas veces a ese hospital, para llevar auxilio espiritual a pacientes, feligreses  o no de la parroquia. Pero esta vez era diferente, se trataba de llevar el auxilio espiritual a pacientes infectados con el Covid-19, algunos de los cuales se encuentran en gravísimo estado. Son nuestros hermanos, son parte del lote de nuestra heredad. Había que correr el riesgo. Todos sabemos lo peligroso de este virus y lo fácil que es contagiarse. Los médicos, enfermeras y demás personal sanitario -la llamada primera línea- no están exentos de contagiarse y las cifras nos hablan de una buena cantidad de ellos que ya han alcanzado esta condición y de que algunos incluso han fallecido a consecuencia de este virus. Los curas tampoco son inmunes. El riesgo existe y es grande. Pero hay riesgos que se debe correr. Así lo han entendido estos dos jóvenes sacerdotes, hijos de San Vicente, y todos los que -junto con ellos- de alguna manera, entramos este viernes en ese hospital.

Pero la visita no fue sólo para los pacientes, sino también para aquéllos que muchos hoy califican de héroes, porque no sólo están buscando salvar vidas, sino que están arriesgando las propias y la de sus familias.

Nuestros dos misioneros asumieron con emoción y con gozo esta tarea. También con preocupación:  «percibimos el sufrimiento de los enfermos y de sus familias… así que a cuidarse y a respetar las medidas de seguridad», nos decían a través de un mensaje en WhatsApp . Y agregaban, «Como diría San Vicente, ‘Dad vuelta la medalla y verás que en el pobre está el Hijo De Dios, que quiso ser pobre».

Relataron cómo los médicos y personal de salud, los recibieron muy bien, reconociendo en ellos «la presencia De Dios». Se desahogaron… algunos lloraron y también hubo quienes aprovecharon la presencia de estos sacerdotes y pidieron confesarse.

En la mente y en el corazón de estos dos misioneros y de todos nosotros, resuenan como nunca las palabras de Isaías, que Jesús aseguró se cumplían en él y que San Vicente adoptó como palabras motivadoras para el espíritu y la acción de nuestra Pequeña Compañía: El Espíritu del Señor está sobre mí y me envía a anunciar la Buena Noticia a los pobres… a curar a los heridos… a liberar a los cautivos….

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

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La semana que va, desde la Ascensión a Pentecostés, la semana en la liturgia nos invita a pedir que se renueve el don del Espíritu Santo, que Jesucristo Resucitado nos ha enviado y en la que al liturgia de la Palabra nos hace reflexionar, a partir de la Oración de Jesús al Padre, para que todos seamos uno, ha sido instituida por la Iglesia como la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. El P. Alejandro Fabres nos ha enviado la siguiente reflexión, a propósito de este evento eclesial, en el que todos los cristianos estamos invitados a unirnos a la Oración del Señor Jesús:

Ut unum sint, es el título de la última Encíclica sobre ecumenismo, que se ha escrito. La presentó Juan Pablo II, el año 1995.

Hablar de ecumenismo y de diálogo interreligioso no es un tema fácil. Para sentarse a dialogar, primero debe existir la voluntad para hacerlo, hay que tener la disposición para escuchar, tener la capacidad de aceptar verdades diferentes a la nuestra, y finalmente decidirse a caminar juntos sin estorbarse, sin hacerse zancadillas, ni tratar de demostrar que eres mejor que el otro. Dicho de manera resumida, «unir sin confundir y dividir, sin separar».

A diferencia de lo que muchos piensan, los primeros en hablar de ecumenismo fueron los protestantes, quienes a través de sus consejos episcopales y mundiales, comenzaron a buscar caminos comunes. Nosotros, como Iglesia Católica, nos hemos sumado lentamente a este proceso, que se hizo más efectivo después del Concilio Vaticano II. Se ha recorrido un camino donde hemos tratado de encontrar una definición para hablar de sacramentos comunes -teniendo en cuenta que muchas iglesias no aceptan los siete-,  las sagradas escrituras -integrando por parte del mundo protestante los llamados textos deutero-canónicos-, reconociendo la figura de María.

El diálogo nos ha ayudado a mejorar nuestras miradas entre nosotros, los trabajos que podemos hacer en bien de la humanidad, terminar con las rencillas, que en nada contribuyen a demostrar el seguimiento de Cristo, que TODOS los cristianos estamos llamados a hacer, en pos de la construcción del Reino.

Hoy más que nunca, en medio de esta pandemia, y pensando que está semana es la semana de oración por la unidad de los cristianos, sería bueno que, sin importar a qué denominación pertenecemos, demos muestras de unidad de criterios, para hacer llamados comunes al autocuidado, a la responsabilidad que tenemos para con la vida mía y del otro, para fomentar la oración común por los que están viviendo el flagelo de esta enfermedad, a ser solidarios con los que más sufren, a aportar con los comedores y ollas comunes que se han formado en nuestros vecindarios. Ser cristianos es eso y mucho más.

Creo que esta semana nos debe llevar, justamente, a que entre todos: evangélicos, luteranos, anglicanos, de la denominación que seamos… y católicos, hagamos vida el llamado de Jesucristo a que todos seamos uno, en la fe, la esperanza y la caridad.

Busquemos seguir a Jesucristo desde lo más profundo del corazón, reconociendo aquello que nos une y hace hermanos, de aquello que nos divide, confronta y muchas veces nos hace sentir que somos enemigos. Recordar siempre: UN SOLO SEÑOR, UNA SOLA FE, UN SOLO BAUTISMO, UN SOLO DIOS Y PADRE. QUE ASI SEA.