De las cenizas a la esperanza: la Familia Vicentina construye el “Pequeño Refugio” para familias migrantes en Viña del Mar

En febrero de 2024, un devastador incendio arrasó con varios sectores de Viña del Mar, dejando a cientos de familias —en su mayoría migrantes— sin hogar ni medios para reconstruir sus vidas. En medio de esta tragedia, la Asociación Católica Familia Vicentina (Famvin) llegó a la zona con un objetivo claro: levantar esperanza donde solo quedaban cenizas.

Su proyecto, “Mi Pequeño Refugio”, se transformó rápidamente en un símbolo de protección y compañía para madres y niños afectados por la catástrofe. Hoy, este espacio comunitario no solo ofrece un lugar seguro donde los niños pueden ser cuidados, sino que permite que sus madres puedan trabajar, buscar estabilidad y comenzar de nuevo.


Una tragedia que borró sueños en minutos

Entre los testimonios más conmovedores se encuentra el de Andrés Murillo, migrante ecuatoriano y vecino de Viña del Mar. En pocos minutos, lo perdió todo: su casa, su taller y los sueños que había construido con esfuerzo.

“El año pasado fue la parte más difícil de nuestra vida como familia. Perdimos absolutamente todo… Vimos todo caer en cuestión de minutos.”
“No solamente vi caer lo que abrigaba a mis hijos, mi hogar, sino mi pequeño emprendimiento. Vi perder todos mis sueños y mi esfuerzo en minutos.”

El relato de Andrés refleja la magnitud humana de esta tragedia, pero también la fuerza de una comunidad que decidió levantarse.


El nacimiento de “Mi Pequeño Refugio”

Durante los primeros días de ayuda, la Familia Vicentina identificó una necesidad urgente: las madres migrantes no podían trabajar porque no tenían con quién dejar a sus hijos. Fue ahí donde nació la idea de construir un espacio seguro para ellos.

Ana María Jara, miembro de la Familia Vicentina y coordinadora del proyecto, explica:

“Buscamos que este Pequeño Refugio sea un lugar donde los niños puedan ser cuidados de forma muy segura. Queremos que las mamás que deseen salir a trabajar puedan dejar a sus hijos con personas que los cuiden y les den tranquilidad.”

“Mi Pequeño Refugio” se convirtió así en una respuesta concreta y solidaria, pensada desde las necesidades reales de la comunidad migrante y levantada junto a voluntarios, vecinos y organizaciones vinculadas a la Familia Vicentina.


Una comunidad diversa que se reconstruye junta

El proyecto también ha fortalecido los lazos entre familias de distintos países que se apoyaron mutuamente desde el primer día.

Andrés Murillo destaca: “Lo más bonito de vivir en una comunidad tan diversa ha sido convivir con haitianos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, dominicanos y venezolanos.”
“Los niños para mí son lo más importante. Y el proyecto que llegó a ayudarnos tiene que ver justamente con ellos… una guardería con el mejor nombre que pudieron ponerle: ‘Mi Pequeño Refugio’.”

La diversidad, que en muchos contextos se ve como un desafío, aquí se volvió una fuerza multiplicadora.


De Viña del Mar a Roma: un testimonio que cruza fronteras

El impacto del proyecto llegó incluso al Vaticano. Representantes de la Familia Vicentina y Andrés Murillo viajaron a Roma para participar en el Jubileo de los Pobres, donde compartieron su experiencia, su proceso de reconstrucción y la misión que acompaña a “Mi Pequeño Refugio”.


Un Año Jubilar que renueva el espíritu de servicio

La labor en Viña del Mar también ha transformado profundamente a quienes acompañan este proyecto.
La asesora de JMV y contadora auditora, quien coordina el Pequeño Refugio desde la Familia Vicentina, comparte su vivencia del Año Jubilar:

“Este Año Jubilar ha sido una experiencia profundamente reveladora. He sentido cómo el Espíritu renueva la esperanza y me impulsa a servir con más convicción.”
“El Jubileo me animó a perseguir con mayor fuerza el sueño de San Vicente de Paúl: vivir la caridad como testimonio de vida y ver a Cristo en los pobres.”

Su formación en la Escuela Berceau de las Hijas de la Caridad y su participación en el Jubileo de los Jóvenes en Roma reforzaron su misión de acompañar y guiar a la juventud desde la fe y el servicio.


Una obra que seguirá creciendo

“Mi Pequeño Refugio”, parte del Proyecto 13 Casas para el Jubileo, se ha convertido en un símbolo de esperanza para las familias migrantes de Viña del Mar. Lo que comenzó como una respuesta a la emergencia ahora se proyecta como un espacio estable, seguro y comunitario, donde la solidaridad se transforma en dignidad.

El proyecto demuestra que, aun después del dolor y la pérdida, la reconstrucción es posible cuando una comunidad decide caminar unida.

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