Celebran Solemnidad de Santa Luisa de Marillac

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Con una solemne Eucaristía, presidida por el P. Carlos de la Rivera y concelebrada por el P. Álvaro Tamblay, se celebró en la Capilla-Santuario de la Medalla Milagrosa, en al Casa Central de las Hijas de la Caridad de calle Venecia, la Solemnidad de Santa Luisa de Marillac, este martes 9 de mayo.

En la celebración participó un importante número de fieles, especialmente de los que integran los diferentes grupos y comunidades que se reúnen en torno al Santuario, pero también quienes habitualmente asisten, incluso provenientes de diversos sectores de Santiago, para pedir y agradecer a la Virgen por su intercesión.

En la homilía se destacó la figura de Santa Luisa, su profunda vida interior, su devoción al Espíritu Santo y su entrega al servicio de los pobres.

Al final de la Eucaristía se destacó la labor de los diferentes agentes pastorales que trabajas en el Santuario, entregándosele a cada uno una luz, co mo signo de la tarea que tenemos como cristianos de ser luz del mundo y en recuerdo de la luz del Espíritu Santo, que iluminó a santa Luisa y le ayudó a disipar sus dudas.

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Juventud en tiempos difíciles: En el camino de Santa Luisa de Marillac

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Juventud en tiempos difíciles, en el camino de Santa Luisa de Marillac, es una buena manera en que la vida juvenil vicenciana, pueda
conocer y revisar la vivencia más experiencial y sensible de lo que fue la vida de Santa Luisa y así asumir que la juventud de ella, al igual que la nuestra, no está ausente de las dificultades y de lo que es un tiempo difícil, como la estamos enfrentando hoy, producto de la pandemia.

Asumir los tiempos difíciles desde nuestro ser joven vicenciano, a la luz de la vida y santidad de Luisa, es una oportunidad para asumir nuestras carencias, posibilidades y las capacidades personales para salir adelante desde nuestro carisma. Luisa asume el tiempo difícil con valentía y tenacidad, como también con una gran esperanza revolucionaria y protagonista de su entrega entre los pobres.

¿Cómo puedo vivir en medio de la dificultad? ¿Cómo poder ver la luz en medio de mi propia confusión? ¿Qué pasará durante esta pandemia, en mi vida personal?

Luisa de Marillac, mujer que vive una niñez y juventud muy dura, la falta de una madre que pueda abrazar y que acompañe su crecimiento. Mujer que se deja modelar por la vida, por un estilo que la haga más próxima. Luisa, que vive la muerte de su marido, la bendición de su hijo como también el sufrimiento por él. Como Madre, ayúdanos a sentirnos cobijados por tu fuerza servicial y tu testimonio de valentía para soñar con un verdadero paraíso para los pobres. Mujer, que vives constantemente buscando en todo, la Voluntad de Dios. Ayúdanos a aprender a mirar lo que sucede a nuestro alrededor y confiar en Dios, que pueda darnos una señal que pueda ser esa Luz de Pentecostés, que cada uno necesita para impulsar su corazón a una manera de vivir radical según Dios. Estamos llenos de estímulos por todas partes, por las redes sociales, las luces del mundo y las maneras egoístas y autosuficientes de mirar nuestras propias realidades. Entonces, ¿desde dónde recomenzar?

Como jóvenes, pocas veces pensamos, en como gastar nuestra propia vida sino es para nosotros mismos, porque se nos ha modelado en un entorno personalista, donde cada uno se las arregla por sus propias opciones, y donde el mirar más allá de nuestras narices se reduce a mirar desde fuera, pero no involucrarse. Luisa decide involucrarse, decide decir sí, decide dejar todo aquello que solo le obtenga felicidad personal, para asumir que su vida, juventud en tiempos difíciles, es una verdadera OPORTUNIDAD, para proyectar que es lo quieres hacer y dejar de hacer lo que te deje aislado en un mundo, lleno de posibilidades. Por eso te invito a leer, próximamente este E-book, que lanzaremos, para reconocer el verdadero espíritu que animó y modeló en un tiempo difícil, la juventud de Luisa, para llevarla a comprometerse en el camino con Jesús.

Álvaro Tamblay Godoy, C.M.

Santa Luisa de Marillac, una santidad en medio de las crisis

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Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

P. Álvaro Tamblay, C.M.

El Papa ora por las Hijas de la Caridad, en la Fiesta de Santa Luisa de Marillac

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Como cada mañana, este sábado 9 de mayo, el Francisco presidió la misa en la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. En la introducción, señaló que se estaba celebrando la fiesta de Santa Luisa de Marillac, e invitó a orar por las Hijas de la Caridad que ayudan al Papa en esa casa y dirigen el dispensario pediátrico que hay en el Vaticano, y a quienes viven en la Casa Santa Marta.

 

Hoy es la conmemoración de Santa Luisa de Marillac: recemos por las hermanas vicentinas que llevan adelante este dispensario, este hospital desde hace casi 100 años y trabajan aquí, en Santa Marta, para este hospital. Que el Señor bendiga a las hermanas.

Durante la misa de hoy, había una pintura de Santa Luisa en el presbiterio de la Capilla.

Celebrando a santa Luisa de Marillac

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Con una solemne Eucaristía, celebrada en la Capilla de la Casa Nuestra señor de los Rayos de las Hijas de la Caridad, se celebró en Santiago, la Solemnidad de Santa Luisa de Marillac, este 9 de mayo.

Presidió la celebración el P. Fernando Macías, Visitador de la Congregación de la Misión, con quien concelebraron los demás misioneros de las dos Casas de Santiago. Por su parte, participaron varias Hermas, de las Comunidad de Hijas de la Caridad con sede en Santiago, como también miembros de la Familia Vicentina y un buen grupo de profesores de colegios de las Hijas dela Caridad de todo el país, que participaban en un Encuentro que se desarrollaba en Santiago.

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