El día 3 de enero, nuestras jornadas diarias se pusieron en modo misión. Ese día, a las 2:30 am, emprendimos camino al aeropuerto para abordar el avión que nos traería a Punta Arenas. Llegamos aquí a las 07:40 y cruzamos inmediatamente a Porvenir. Al día siguiente fuimos a la Radio Porvenir Para participar en un programa, en el que nos presentaron y se dió aviso de nuestra presencia, dándose a conocer los días y lugares que visitariamos en estas tierras.
Entre los días 6 y 11, recorrimos el sector de la «Corvi». Diariamente salíamos a las 10 de la mañana, regresando a las 12:30 para el almuerzo y volvíamos a salir a las 15:30 hasta las 18:30, para llegar a la Parroquia «San Francisco de Sales», para la la celebración de la Eucaristía y posteriormente concluir la jornada con la mesa y el compartir diario de lo que significó el día de «hoy».
La jornada fue similar, los días 12 al 16, en que recorrimos el sector de la «Villa Las Nieves» , en los alrrededores del Santuario del Nazareno.
En tanto, el sábado 6, recorrimos la Bahía chilota, lugar donde llega el ferry y desembarcan o embarcan quienes van del continente a la isla.
Esta misión, que en un comienzo nos llenaba de expectativas, comenzó a tornarse frustrante y el entusiasmo comenzó a menguar. El clima tampoco parecía acompañarnos, ya que pasamos de tener una hermosa mañana soleada, a caminar con ráfagas de viento que parecía se llevaba todo a su paso. En las tardes salíamos con frío y volvíamos a casa empapados por la lluvia, que sin aviso y de la nada, comenzaba a caer. Era verdad lo que en algunas ocasiones nos decían los porvenirenses, en el sentido de «se podían dar las cuatro estaciones en un día». Junto a ello, las puertas no se abrían con facilidad y quiénes sí lo hacian nos atendían desde la puerta y con cierta desconfianza. Y los pocos que nos permitieron pasar, nos dieron de lo poco que tenían una gran lección.
Pero sin lugar a dudas, esta, nuestra misión, no fue nuestra, sino que fue la misión de una porción del pueblo de Dios, que necesitaba de Él, de unos pocos que querían una bendición, de quienes nos pidieron la comunión y de quienes se alegraban de saber que estos dos misioneros llevaban a su hogar la palabra de Dios y la escucha atenta de sus vivencias, las que con alegría y pena, nos compartían. De igual modo no podemos dejar fuera a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, la cual fue dada a conocer en cada hogar que entramos y a cada persona con la cual nos topamos en el camino.
Esta experiencia nos llevó a reflexionar que por más que uno planifique el día a día, primero y antes que todo, está la necesidad, la caridad y después la evangelización. Y así pudimos palpar y experimentar una de las palabras tan actuales de San Vicente de Paúl. «No podemos asegurar mejor nuestra felicidad, sino viviendo y muriendo en el servicio de los pobres» , ya que, al final de cada día, llegábamos a nuestra habitación con la felicidad y la tranquilidad de saber que dimos lo mejor que teníamos, al servicio de las necesidades de esta fuegina porción de tierra.
Estás semanas caminamos, sin duda alguna, cumpliendo el lema de la Congregación «me ha enviado a evangelizar a los pobres». Así fue nuestra experiencia: evangelizando, Dios nos evangelizó. Y comprendimos que el carisma de la Congregación toma fuerza y vigencia cuando palpamos y vemos las tantas necesidades pastorales de cada sector, de cada realidad.
Jesús nos mostró el camino y San Vicente nos lo explicó. Y en nuestro caminar, que recién comienza, con mayor fuerza podemos decir al igual que el profeta: «habla Señor que tú siervo escucha».
Aprendimos, también, a llevar a la oración de cada día, la disponibilidad de nuestros pasos a la voluntad de Dios, para llegar por las tarde y depositar en la patena nuestro agradecimiento y oraciones por todas las bendiciones y aprendizajes que obtuvimos del día.
Nos vamos con gozo y llenos de alegría por saber que en algo pudimos aportar, que nuestra decisión de vida en la Congregación de la Misión no es en vano y llevamos en nuestro corazón los tantos rostros agradecidos por el tiempo y la disposición de ir a un hogar y llevar de lo poco, lo mucho que para ellos fue nuestra visita.
Gracias damos a Dios, que nos bendijo de sobre manera en esta misión.
Estudiantes Maykol Cortés y Danilo Gallardo.