Reflexiones en tiempos de Pandemia

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El Visitador de la Provincia, P. Fernando Macías, ha hecho llegar a cada misionero, la siguiente carta circular, con motivo de la emergencia que se vive, nivel planetario, por la pandeemos del corona virus.

 

A todos los misioneros de la Provincia:

“La enfermedad nos hace ver lo que somos”
(San Vicente de Paúl)

Queridos hermanos:

Con estas iluminadoras palabras de nuestro fundador, hago llegar un fraterno saludo a cada uno de ustedes, con un gran deseo de unidad entre nosotros, en esta situación difícil que enfrentamos como humanidad, debido a la pandemia del Coronavirus.

Quisiera saber cómo están ustedes, las comunidades y cada uno también. Y saber también de la salud de sus familiares y colaboradores en el servicio misionero. Es necesario que estemos comunicados, hoy más que nunca, debido a la gravedad de esta catástrofe, porque según se presume, pasará mucho tiempo en que no nos podremos encontrar, ya que como dicen los expertos y las autoridades, lo peor de la pandemia está por venir.

No quiero ahondar en todos los datos e informaciones que recibimos en forma constante y que nos provocan tanto dolor. Cada día nos entristece saber de los casos sospechosos, infectados, y fallecidos. Aún no tenemos información oficial de parte de nuestros superiores, acerca del número de cohermanos, hermanas y laicos vicentinos contagiados y fallecidos en los distintos países. Como información preliminar sólo sabemos de la muerte de una hija de la caridad en España, a causa del Coronavirus, Sor Tomasa García. Junto con ello, nos hemos enterado de los contagiados de este virus, cohermanos en la Casa Madre de París, Hijas de la Caridad de España, y seguramente de otros lugares. Tengámoslos presentes en nuestras oraciones.

Retomando la frase de nuestro fundador: la enfermedad nos hace ver lo que somos, mucho mejor que la salud y que en los sufrimientos es donde la impaciencia y la melancolía, atacan a los más decididos”. Creo que estas sabias palabras pronunciadas hace tanto tiempo, nos pueden ayudar a darnos cuenta de lo esencial de la vida -que muchas veces es invisible a nuestros ojos- ante esta terrible enfermedad que afecta al mundo y a la que nosotros no estamos ajenos.

San Vicente nos invita a descubrir nuestra esencia como misioneros de los pobres. Con esta gran tormenta que nos azota, con la que se nos vienen abajo todas nuestras planificaciones, proyecciones, asambleas; nuestros programas pastorales y la planificación de la vida congregacional, a nivel general, provincial y local, y de aquello que pensábamos que era lo más importante; la “sacra rigidez” de nuestras estructuras, además de nuestros brillos personales… Cuando está en juego nuestra propia vida y la de los demás, todo pasa a segundo plano. Por ello, parafraseando a nuestro fundador, decimos que la enfermedad es la mejor escuela de virtudes.

Seguramente el sufrimiento de esta pandemia no sólo nos llena de impaciencia y melancolía. Seguramente hay otras sensaciones que estamos experimentando, a nivel personal y comunitario: el desánimo, la frustración, la irritabilidad, el aburrimiento, los enojos… Y es aquí donde sobreviene la pregunta de cómo ser misioneros de la Buena Noticia, en medio de este caos interior y exterior. Cómo podemos evangelizar, cuando ya no podremos celebrar Semana Santa con el Pueblo de Dios. No podemos celebrar misas y sacramentos en forma pública, no podemos llevar la Buena Noticia a los fieles y a los que no creen… y tantas otras acciones que estamos acostumbrados a realizar, en bien de los pobres.

Me surge la pregunta: ¿Cómo ser misionero en este momento concreto de nuestra vida?

Frente a esta interrogante, dejémonos iluminar con las palabras de nuestro fundador, en esta oración, que sale de las entrañas de la caridad que lo animaba:

“¡Oh Salvador! ¡ Tú que tanto sufriste y que moriste para redimirnos y mostrarnos cómo este estado de dolor podía glorificar a Dios y servir a nuestra santificación, concédenos que podamos conocer el gran bien y el inmenso tesoro que está oculto en el estado de enfermedad!

“Por medio de él, hermanos míos, se purifica el alma, y los que carecen de virtud tienen un medio eficaz para adquirirla. Es imposible encontrar un estado más adecuado para practicarla: en la enfermedad la fe se ejercita de forma maravillosa, la esperanza brilla con todo su esplendor, la resignación, el amor de Dios y todas las demás virtudes, encuentran materia abundante para su ejercicio. Allí es donde se conoce lo que cada uno tiene y lo que es, la enfermedad es la sonda con la que podemos penetrar y medir con mayor seguridad hasta donde llega la virtud de cada uno,si hay mucha o poca, o ninguna. En ningún sitio, se ve mejor como es uno que en la enfermería . Ésa es la mejor prueba que tenemos para reconocer quien es el más virtuoso y quién no lo es tanto; esto nos hace ver que importancia tiene que conozcamos bien la manera de portarnos debidamente en las enfermedades.” (SVP XI, 760-761).

Que estas hermosas palabras de nuestro Padre nos sirvan para progresar en el camino de nuestra propia perfección en el carisma vicentino.

Se nos ha invitado a no salir de nuestra casa, o como diría de San Vicente, a ser “cartujos en casa”. Esto nos ayudará a fortalecer nuestra vida espiritual, sacramental y comunitaria, ya que por el ajetreo ordinario y por nuestro celo misionero, no siempre tenemos toda la paz y tranquilidad que quisiéramos; la misión y el apostolado, a veces, lo impide. Por lo tanto, los exhorto a que en estos tiempos en casa, podamos potenciar nuestras lecturas espirituales personales y comunitarias; darnos un tiempo para el estudio personal y en común. Y no menos importante, darnos tiempo para compartir de manera creativa y lúdica -en la recreación comunitaria- para estrechar nuestros lazos fraternos y superar las fragilidades de nuestras relaciones humanas, las que tantas veces son un mal testimonio en nuestra entrega misionera. Como decía nuestro querido Padre Antonio Elduayen, que acaba de fallecer: “de lo malo siempre se puede sacar algo bueno”. Por eso, los animo a la audacia y a la creatividad para fortalecer y reinventar nuestra vida comunitaria y espiritual.

Con respecto a nuestra vida apostólica, sabemos que se nos invita a utilizar la tecnología, para mantener la fe y la esperanza, unidos a los hermanos que servimos. También se nos pide mantener la comunicación, a través de las llamadas telefónicas, video llamadas, whatsapp y otros medios, con las personas que son más frágiles y con compañeros de misión. Sabemos que muchos están utilizando este modo para acompañar al pueblo de Dios y para acompañarnos entre nosotros.

Sabemos que las autoridades y los especialistas en este tema, nos orientan a quedarnos en casa, a no movernos, ya que, en estas circunstancias, quedarse en casa es una actitud responsable, prudente y lógica para enfrentar la pandemia que nos ataca. Todo pensando en el propio bien y en el de los demás. Creo que nuestras mentes y nuestros corazones entienden bien esto y podemos acomodarnos, para así evitar el celo indiscreto.

Pero no puedo evitar el pensar en cuántos pobres, enfermos y ancianos están solos y abandonados, sin nadie que les ayude o que se interese si tienen para comer o no, si tienen alguien para higienizar su casa, o quién les dé el pan de la esperanza y la bendición de Dios. Ante esto, ¿qué podemos hacer? ¿cómo ser más audaces y creativos, como saber trabajar en redes, con nuestros laicos?, si no podemos realizarlo por nosotros mismos? ¿cómo vivir hoy, dos de nuestras virtudes vicentinas fundamentales: la mortificación y el celo. Como evitar, lo que decía San Vicente: ser misioneros caracoles, cuya energía sólo se gasta en encerrarse en su concha? Se me viene a la mente, la imagen de la entrega valiente de Margarita Nasseau, la valentía de Rosalie Rendu, la abnegación y el martirio de Juan Le Vacher, cautivo en Argel, del Padre Blatiron y sus compañeros misioneros, muertos en 1657, a causa de la Peste en Génova… y así muchos, que han derramado la sangre con la bandera del carisma vicentino, sin olvidar el trabajo abnegado, en nuestro país, del P. Delaunay y los cohermanos, durante la epidemia del Cólera, a finales del siglo 19.

He querido compartir con ustedes esta reflexión y agrego este hermoso texto, de cuando San Vicente habla a los misioneros del celo de una hija de la caridad.

“La reina le ha escrito a la señorita Le Gras, y a mí también, para que enviemos otras hermanas a Calais a fin de asistir a esas pobres gentes; así lo haremos. Hoy saldrán cuatro para allá. Una de ellas, de unos cincuenta años , vino a verme el viernes pasado al hospital, donde yo estaba, para decirme que había sabido que habían muerto dos hermanas en Calais y que venía a ofrecerse para ser enviada en su lugar, si me parecía bien. Le dije: «Hermana, pensaré en ello». Y ayer vino a saber la respuesta que iba a darle. Fijaos, hermanos míos, que gran celo demuestran esas pobres hermanas al ofrecerse de ese modo. ¡Ofrecerse para ir a exponer su vida como víctimas, por amor a Jesucristo y por el bien del prójimo! ¿Verdad que es admirable? Yo no sabría que decir a todo esto, sino que esas pobres hermanas serán nuestros jueces en el día del juicio; sí, hermanos míos, esas hermanas serán nuestros jueces en el juicio de Dios si no estamos dispuestos, como ellas, a exponer nuestra vida por Dios. Y el que todavía no ha llegado a eso, creedme, puede decirse de él que todavía está muy lejos de la perfección. (SVP XI, pág 353 a 354)

Espero confiado que esta reflexión nos ayude a todos a vencer nuestros miedos y desesperanzas, para afrontar este momento tan difícil. Animémonos a fortalecer nuestra vida espiritual, comunitaria y apostólica, a vivir la audacia creativa de nuestro carisma y a vivir, cada momento, con intensidad, alegría y unidad. No perdamos el tiempo en cosas superficiales e innecesarias. A veces, en nuestra vida, nos afanamos en tantas cosas sin importancia, e incluso nos enemistamso con los demás por acciones, omisiones o puntos de vista. Cuando experimentamos la fragilidad de la vida y la pequeñez de nuestro mundo; cuando comprobamos lo insuficiente de la ciencia y de la técnica, que tantas veces hemos sobre valorado, es bueno volver a lo que es a la vez simple y absoluto: Dios primero, Dios siempre y nuestra fidelidad a él… siempre.

Un abrazo fraterno,

Su hermano en San Vicente

 

Fernando Macías Fernández, C.M.
Visitador de Chile

 

En «modo misión» Una crónica de la Misión en Tierra del Fuego

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El día 3 de enero, nuestras jornadas diarias se pusieron en modo misión. Ese día, a las 2:30 am, emprendimos camino al aeropuerto para abordar el avión que nos traería a Punta Arenas. Llegamos aquí a las 07:40 y cruzamos inmediatamente a Porvenir. Al día siguiente fuimos a la Radio Porvenir  Para participar en un programa, en el que nos presentaron y se dió aviso de nuestra presencia, dándose a conocer los días y lugares que visitariamos en estas tierras.

Entre los días 6 y 11, recorrimos el sector de la «Corvi». Diariamente salíamos a las 10 de la mañana, regresando a las 12:30 para el almuerzo y volvíamos a salir a las 15:30 hasta las 18:30, para llegar a la Parroquia «San Francisco de Sales», para la la celebración de la Eucaristía y posteriormente concluir la jornada con la mesa y el compartir diario de lo que significó el día de «hoy».

La jornada fue similar, los días 12 al 16, en que recorrimos el sector de la «Villa Las Nieves» , en los alrrededores del Santuario del Nazareno.

En tanto, el sábado 6, recorrimos la Bahía chilota, lugar donde llega el ferry y desembarcan o embarcan quienes van del continente a la isla.

Esta misión, que en un comienzo nos llenaba de expectativas, comenzó a tornarse frustrante y el entusiasmo comenzó a menguar. El clima tampoco parecía acompañarnos, ya que pasamos de tener una hermosa mañana soleada, a caminar con ráfagas de viento que parecía se llevaba todo a su paso. En las tardes salíamos con frío y volvíamos a casa empapados por la lluvia, que sin aviso y de la nada, comenzaba a caer. Era verdad lo que en algunas ocasiones nos decían los porvenirenses, en el sentido de «se podían dar las cuatro estaciones en un día». Junto a ello, las puertas no se abrían con facilidad y quiénes sí lo hacian nos atendían desde la puerta y con cierta desconfianza. Y los pocos que nos permitieron pasar, nos dieron de lo poco que tenían una gran lección.

Pero sin lugar a dudas, esta, nuestra misión, no fue nuestra, sino que fue la misión de una porción del pueblo de Dios, que necesitaba de Él, de unos pocos que querían una bendición, de quienes nos pidieron la comunión y de quienes se alegraban de saber que estos dos misioneros llevaban a su hogar la palabra de Dios y la escucha atenta de sus vivencias, las que con alegría y pena, nos compartían. De igual modo no podemos dejar fuera a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, la cual fue dada a conocer en cada hogar que entramos y a cada persona con la cual nos topamos en el camino.

Esta experiencia nos llevó a reflexionar que por más que uno planifique el día a día, primero y antes que todo, está la necesidad, la caridad y después la evangelización. Y así pudimos palpar y experimentar una de las palabras tan actuales de San Vicente de Paúl. «No podemos asegurar mejor nuestra felicidad, sino viviendo y muriendo en el servicio de los pobres» , ya que, al final de cada día, llegábamos a nuestra habitación con la felicidad y la tranquilidad de saber que dimos lo mejor que teníamos, al servicio de las necesidades de esta fuegina porción de tierra.

Estás semanas caminamos, sin duda alguna, cumpliendo el lema de la Congregación «me ha enviado a evangelizar a los pobres». Así fue nuestra experiencia: evangelizando, Dios nos evangelizó. Y comprendimos que el carisma de la Congregación toma fuerza y vigencia cuando palpamos y vemos las tantas necesidades pastorales de cada sector, de cada realidad.

Jesús nos mostró el camino y San Vicente nos lo explicó. Y en nuestro caminar, que recién comienza, con mayor fuerza podemos decir al igual que el profeta: «habla Señor que tú siervo escucha».

Aprendimos, también, a llevar a la oración de cada día, la disponibilidad de nuestros pasos a la voluntad de Dios, para llegar por las tarde y depositar en la patena nuestro agradecimiento y oraciones por todas las bendiciones y aprendizajes que obtuvimos del día.

Nos vamos con gozo y llenos de alegría por saber que en algo pudimos aportar, que nuestra decisión de vida en la Congregación de la Misión no es en vano y llevamos en nuestro corazón los tantos rostros agradecidos por el tiempo y la disposición de ir a un hogar y llevar de lo poco, lo mucho que para ellos fue nuestra visita.

Gracias damos a Dios, que nos bendijo de sobre manera en esta misión.

Estudiantes Maykol Cortés y Danilo Gallardo.

Misión en Canadá – Collipulli

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Los días van avanzando y con ellos las horas parecieran ser tan largas como la espera para ver anochecer. Conforme pasa el tiempo, hemos podido recorrer kilómetros, visitando cada casa con la que nos topamos a la vera del camino. Es una lastima decir que la recepción esta teniendo un sabor amargo, ya que la realidad de este pueblo es muy diversa a lo que experimentamos anteriormente y muy distinta de la que uno podría imaginar.

La lejanía entre una casa de otra, hace ver casi imposible el acceso a la capilla y peor aun poder participar de la Eucaristía. La gente. por otro lado, se va envejeciendo y los jóvenes, por razones de estudios, tienen que salir del «campo» -como le llaman ellos a este sector- y el trabajo de hombres y mujeres hacen que las puertas de los vecinos simplemente no se abran para nosotros.

Pero en este adverso panorama, nos encontramos con el otro lado de esta gente. Algo  que nunca llegamos a imaginar y que sólo se hacia realidad en las bromas durante ¡nuestras comidas, o en los tantos y diversos memes que uno ve por las redes sociales.

Aquí pareciera que el tiempo volvió atrás, desde tener que lavar la ropa en un canal y escuchar «anda a la huerta a sacar…» Son acciones que, para nosotros, parecían pertenecer a un pasado muy lejano. También se ha hecho muy común ver por facebook aquella imagen que señala a un padre o una madre y dice algo así como: «solo quienes… entenderán»… y aquí observamos con impresión cómo se comparte aún lo poco que se tiene… donde un pan se parte en tres, para que así todos podamos comer; donde un huevo de campo y un trozo de pan amasado son muestras de afecto para con los misioneros, a quiénes se les agradece la presencia en sus hogares (a los pocos que hemos podido entrar).

Resumiendo, creo que puedo afirmar que la fe no ha muerto y que los escándalos que hemos dado como Iglesia, están lejos de ser causa de la baja en la participación en la misa. Es sólo que los campesinos se han vuelto viejos, otros han muerto y los jóvenes que no se ven, no es que no quieran, sino que no están aquí. Además, la crisis vocacional aquí se hace sentir mucho más que la baja de del número de alumnos de un seminario. Aquí la gente quiere, desea— pero todos dicen «ya no es como antes»… Agradecen que se visite sus casas, oran y tienen a Dios por sobre todo, pero hace falta más sacerdotes que no dejen enfriar la fe de estos hermanos, que tan lejos están de una parroquia o de una catedral… donde no importe la cantidad, ni si hay o no juventud; donde al parecer la misa ya no es tan esencial (viendo la realidad), sino más bien,  la vista del hogar es lo que a ellos les satisfará.

Termino con una pregunta que un niño me hizo al verme lavar la ropa en el canal :¿Tío, a usted se la ha ido alguna vez la ropa al lavarla en el canal?… Ojalá se entienda el trasfondo de la pregunta y no lo chistosa que ésta pudiera ser… Santiago no es Chile y la realidad/comodidad de muchos no existe aquí.

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Navidad, es Navidad

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Navidad, es navidad
Toda la tierra se alegra
Y se entristece la mar
Marinero, ¿Adónde vas?
Deja tus redes y reza
Mira la estrella pasar
Marinero, marinero haz en tu barca un altar
Marinero, marinero porque llegó navidad.

(José Luis Perales)

Navidad es posiblemente la fecha más estremecedora para todas las personas, no solamente para los cristianos. Todos en el mundo, seamos creyentes o no le damos un significado a este tiempo, en que un niño nos trae la paz. Navidad nos remece, nos conmueve, nos llama a ser mejores personas.

Lamentablemente, muchas veces sea sólo eso: una fecha, un momento en que nos agobiamos por los regalos, la cena, la fiesta… y nos olvidamos del gran motivo de celebración: Jesús, la Buena Noticia.
Muchos viven la Navidad desde la tarjeta de crédito, el endeudamiento, los obsequios. Hay otros para los que la Navidad nunca llega.

Y la Navidad es de todos, la Navidad es para todos.

Jesús se encarna en la historia para restaurar la relación de amor entre Dios y el ser humano. Pero también para restaurar las relaciones entre los seres humanos. Es por eso que, en la mayor parte de los que están en conflicto, en el día de Navidad se decreta un alto al fuego; para que todos puedan alzar sus ojos, mirar al cielo y hacer una breve oración… una acción de gracias, un pensamiento para los que están lejos.

En nuestro mundo hay muchos que no tendrán una buena Navidad. Los presos en las cárceles, los que han perdido un ser querido, aquellos a los que su sueldo no les alcanza para cubrir sus más mínimas necesidades, aquellos que tienen a sus familias en zonas de conflicto y otros que están lejos de los suyos y que no pueden reunirse con sus seres amados.

Y Navidad es de todos, la Navidad es para todos.

María y José se han dispuesto para este nacimiento. Pero como el hombre propone y Dios dispone, el nacimiento los ha sorprendido mientras iban de camino, van a registrarse con motivo del censo decretado por el Emperador. Van a la tierra de José, quien es descendiente de David. El trabajo de parto los sorprende en el camino. Buscan posada en Belén, la pequeña e insignificante Belén, pero para ellos no hay posada. María debe disponerse a parir en un pesebre. Pesebre no es el romántico pesebre que ponemos en nuestros hogares, iluminado y bello. Es un lugar oscuro, hediondo, insalubre. Un espacio donde habitan animales y duermen los pastores. Es el lugar donde están los pobres. Jesús siempre hace una opción preferencial por los pobres.

¡Cuántas María han parido en estos días en la caravana de migrantes que busca llegar al gran país del norte! ¿Cuántas María han parido en las chalupas que cruzan el Mediterráneo desde África, buscando mejores oportunidades! ¡Cuántos José han acompañando ese momento con miedo, esperando que alguien se apiade de ellos! ¡Cuántas María y cuantos José se alegran de recibir a un niño, aunque sus condiciones de vida sean precarias!

Y Navidad es de todos, la Navidad es para todos.

Y hay quienes buscan a este niño para encontrarse con él… y otros para eliminarlo. Los reyes o mejor dicho los sabios de Oriente llegan al palacio de Herodes en busca de aquél que la estrella anuncia. Sabios que buscan la verdad. Herodes se complica, ve en este niño, peligro para su poder. Pide a los sabios que, cuando lo encuentren, le avisen para ir a adorarlo.

¡Cuántos poderosos buscan acabar con Jesús y su buena noticia, con Jesús y su profetismo! Jesús y la esperanza de los pobres. Monsalvo y sus transgénicos, las grandes transnacionales, los que explotan a los niños en India, China, Pakistán y otros tantos lugares especialmente del tercer mundo. El G20 y sus propuestas económicas para asfixiar las naciones más pequeñas. Los ricos y poderosos que no aceptan la opción de Jesús y su anuncio de salvación, la sanación del planeta, la economía solidaria, los Derechos Humanos. Sólo los sabios y prudentes, los que buscan la verdad y la justicia, los que tienen anhelos de respeto por el ser humano… sólo ellos verán a Dios.

Y Navidad es de todos, la Navidad es para todos.

Navidad mueve, inquieta, interpela de distintas maneras. ¿Desde dónde nos posicionaremos para mirarla, para contemplarla, para provocarla en nuestro interior y en la de los demás? Jesús nace para todos, Jesús sigue apostando por nosotros, Jesús sigue confiando en cada uno de nosotros. ¡Feliz Navidad para todos! ¡Qué Jesús siga naciendo en nuestros corazones y en nuestra vida, a pesar de las adversidades. Navidad es de todos. Navidad es para todos y nadie nos la puede arrebatar!

Alejandro Fabres, C.M.

Historias (des)conocidas de la Iglesia en Chile

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Hacer ejercicio de memoria me lleva a recordar nombres, acontecimientos, lugares. El once de septiembre recién pasado, se conmemoraron 45 años del golpe de Estado que nos mantuvo diecisiete años con la bota militar encima. 

¿Cuál fue el papel de la Iglesia en esos días? ¿Sufrió la Iglesia?

Desde el primer momento del golpe de Estado la Iglesia católica chilena tuvo presencia. Tanto de la voz de sus obispos como de los mismos sacerdotes que trabajaban como curas obreros en las poblaciones o eran párrocos en diferentes partes de Chile.

El padre Joan Alsina por ejemplo, trabajaba en el hospital San José, fue detenido, torturado y posteriormente murió asesinado en el Puente Bulnes. Su última petición fue al conscripto que le disparo: “dispárame de frente para mirarte a la cara y darte el perdón”.

Miguel Woodward, Sacerdote que ejerció su ministerio en Valparaíso. Vivía en las poblaciones marginales y allí fue tomado detenido días posteriores al Golpe de Estado, llevado al Buque escuela Esmeralda y torturado en la Universidad Técnica Federico Santa María. Su cuerpo aún no aparece, es parte de la nómina de detenidos desparecidos.

Antonio Llido, sacerdote catalán que llegó a Chile, fue haciendo un caminar y en cristianos por el socialismo, grupo de sacerdotes, religiosas y laicos que simpatizan con la experiencia de la Unidad Popular. Tras el golpe, se esconde por su participación activa en la resistencia junto con compañeros del MIR, (movimiento de izquierda revolucionario) es detenido en 1974, hasta el día de hoy forma parte de las listas de detenidos desaparecidos.

Gerardo Poblete, sacerdote salesiano, quien era profesor del colegio don Bosco de Iquique, enseñaba filosofía. Tras el golpe de estado y en un allanamiento hecho a la casa de la comunidad salesiana, Gerardo es detenido junto a un seminarista, motivo de la detención “posesión de literatura marxista”. Ambos son llevados a la comisaría de Iquique en donde es torturado hasta la muerte.

Muchos otros sacerdotes y religiosas pasaron por momentos complejos en las poblaciones de nuestro país. Ese y otros motivos llevaron al Arzobispo de Santiago, Monseñor Raúl Silva Henriquez, junto a pastores evangélicos, Helmut Frenz entre otros, a crear en 1974 el Comité pro Paz, primer organismo que se preocupó por la situación de los DDHH en Chile y que acogió las primeras denuncias sobre tortura y desaparición forzosa en nuestra patria. Allí llegaban todos los días decenas de personas a denunciar la desaparición de hijos, esposos, padres, nietos, compañeros de trabajo. La actitud de la Iglesia de Chile fue honesta y necesaria, ya que era la única institución que podía hacer frente al régimen.

Mientras tanto, en las poblaciones se comenzaban a crear los primeros comedores populares, ollas comunes, al alero de las parroquias. Las zonas más afectadas en Santiago: la Oeste, la Sur, la Norte, la Oriente, eran las que tienen mayor concentración de población obrera y donde se encontraban los llamados cordones industriales.

A instancias del mismo Comité se fundará además la Fundación de Ayuda de las Iglesias Cristianas, más conocido por sus siglas FASIC. Este organismo vio la luz el año 1975. Hoy funciona como delegado de la ACNUR para temas de refugiados, especialmente en temas de migrantes.

Caritas por su parte, inicia la formación de las bodegas de alimentos y ropa para paliar la situación en la que se encontraban los familiares de detenidos en el estadio Nacional, Pisagua, tres y cuatro Álamos, todos centros de detención para presos políticos. No se consideran los centros clandestinos de detención como son Villa Grimaldi, venda Sexy, Londres 38, pues de su existencia solo se tienen noticias a finales de los setenta y principios de los ochenta.

El Comité Pro Paz tiene corta existencia ya que para el régimen imperante era una molestia tener a los curas y pastores hablando sobre detenidos, presentando Habeas Corpus, recursos de protección y todas esas cosas, señalando que la existencia de personas que habían sido detenidas y con paradero desconocido, así que deciden disolverlo el 31 de diciembre de 1975.

El Arzobispo, sabiendo de esta jugada, establece una vicaría ambiental que se preocupé de la atención de todos los casos de personas detenidas y con dificultades políticas, es así como nace el 1 de enero de 1976 la Vicaría de la Solidaridad, cuyo domicilio fue Plaza de Armas 444, la misma sede del palacio arzobispal. 

Allí, ya con más personal, tanto de abogados como de asistentes sociales, psicólogas y personas de buena voluntad se fue dando acogida y contención, tanto a las víctimas como a los familiares de quienes nunca más volverían. Es en ese espacio donde ve la luz la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y también la Agrupación de Familiares de ejecutados políticos.

A su vez, las Congregaciones Religiosas jugaron un rol vital no solamente en la parte espiritual sino también, acogiendo desde un primer momento a quienes fueron perseguidos por la dictadura, en su mayoría miembros de los partidos de izquierda, declarados clandestinos y cuyas vidas estaban en serio peligro.

Casos emblemáticos como el de los religiosos Capuchinos de la Iglesia de Calle Compañía, en donde se escondió Bautista Von Schowen, miembro de la dirección general del MIR.

La Casa Central de los misioneros Columbanos en Chile fue escenario de un doloroso hecho, cuando fue detenida en ese lugar la doctora Sheila Cassidy, quien en un acto humanitario había atendido al mirista Nelson Gutiérrez, la Dirección de Inteligencia Nacional, más conocida como la DINA, llegó hasta ese lugar tras sus huellas. Allí es asesinada la empleada de la casa Enriqueta Reyes, la doctora Cassidy es detenida y llevada a Villa Grimaldi para ser torturada.

Las parroquias de los sectores populares eran constantemente vigiladas y los miembros de la comunidad, tanto sacerdotes como agentes pastorales, seguidos, detenidos, acosados. Muchos no resistieron la presión y decidieron salir de Chile, alejarse de la comunidad, otros asumieron los desafíos con mayor fuerza. 

Las religiosas no se quedaron atrás, formaron guarderías para que las madres pudieran trabajar, acompañaron a las mujeres a buscar a sus esposos. Marianistas, dominicas, Sagrados Corazones, se insertaron en la vida de las poblaciones como una más, viviendo los dolores y apremios del día a día.

El 11 de noviembre de 1983, una noticia aprieta el corazón de muchos chilenos y chilenas. Un obrero de la construcción, Sebastián Acevedo Becerra, cuyos hijos habían sido detenidos por la Central Nacional de Informaciones, se inmola frente a la catedral de Concepción, quemándose a lo Bonzo, para exigir la libertad de los suyos. No resistió, murió a los pocos días. El impacto fue tan fuerte que un grupo de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos dieron vida al Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo. Decididos en las denuncias contra las violaciones a los  DDHH, y la no violencia activa. Rostros emblemáticos fueron José Aldunate, Sacerdote Jesuita, Mariano Puga, Roberto Bolton, entre varios más. Sus acciones relámpago a la salida de los cuarteles de tortura, Cuartel Borgoño. Villa Grimaldi, En el centro de Santiago, frente al palacio de la Moneda, etc. 

Los sacerdotes y religiosos hombres y mujeres pagaron algunos con detenciones y torturas, eran víctimas de seguimiento como fue el caso del padre Guido Peeters, párroco de la Legua, en esos años, que fue secuestrado y drogado por la CNI, fotografiado con una mujer para luego enviar esas fotos a medios de comunicación para denigrar su labor en la población.

Mención honrosa fue la vida de la Hermana Blanca Rengifo, quien cumplió una labor humanitaria profunda y en la cual también se fue fraguando una opción política a favor de los pobres. Tanto ella, como el padre Rafael Maroto, fueron parte del Comité Central del MIR, cuando esté se encontraba absolutamente destruido y sus militantes caían uno tras otro por falta de conducción. Ellos asumieron la labor de contención pero también de vocería frente a las autoridades para evitar que laicos cayeran en las garras de la dictadura. La hermana Blanca, fundó el CODEPU, (corporación de derechos del pueblo), asiló a muchos compatriotas, hizo de enlace con miembros de diferentes partidos de izquierda.

Las congregaciones religiosas fueron pagando altos costos por la defensa a los pobres. Sacerdotes de Maryknoll, Holly Cross, Sagrados Corazones, tuvieron que irse de Chile, algunos por expulsión, otros para salvar su vida, como fue el caso del padre Diego Irarrázaval.  Los sacerdotes extranjeros que no alcanzaban el favor del régimen eran expulsados sin mediar diálogo alguno. La Iglesia de Santiago conoció esto de cerca cuando los padres Daniel Carrouet, Jaime Lanzelot y Pierre Dubois, fueron expulsados de Chile el año 1986. Pierre Dubois, había sido párroco de Nuestra Señora de la Victoria y compañero del padre André Jarla, sacerdote que fue asesinado en Chile en la jornada de protesta del año 1984.

La Iglesia cumplió una labor fundamental durante todos esos años. Ayudó a recobrar la democracia a través del apoyo en las poblaciones al comité por las elecciones libres, luego las organizaciones locales de derechos Humanos. El apoyo y llamado a la inscripción de los registros electorales, la formación en participación ciudadana a través de CIVITAS. Puede que después como Iglesia nos hayamos ido para la casa, pensando y dejando a la sociedad civil asumir el rol que les tocaba. Pero esto no opaca toda la historia pasada de una Iglesia que se hizo una con el pueblo y que también pagó costos por su opción preferencial por los pobres. Me faltaron muchos nombres, de hombres y mujeres, pido perdón por esas omisiones. Ojalá recobremos algo de esa labor profética que tuvimos tan presente y que tanta falta nos hace hoy.

Alejandro Fabres, C.M.

André de la Victoria

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Escribí esto hace un año atrás. Hoy, 4 de septiembre de 2018, cuando nuestra Iglesia chilena se encuentra herida, y esa herida la hemos provocado nosotros mismos, con muchos antitestimonios, esta historia, este hombre, André Jarlán, me hace más sentido que nunca. No digo que fuera perfecto; pudo haber tenido muchos defectos, pero el convertirse en mártir lo hace especial. Su testimonio de vida, cuando yo tenía 14 años, fue algo que me marcó, como a muchos de mi generación. Nos hizo generar un compromiso de vida tan fuerte que si hoy soy sacerdote, es por personas como él. Y no sólo como él, sino como muchos otros y otras, religiosos y religiosas que gastaron su vida a favor de la causa de los pobres.

Cuando hoy hay voces que dicen que la Iglesia nunca ha hecho nada en favor de los demás, cuando encontramos personas que sólo nos enrostran nuestras inconsecuencias como Iglesia, pero que olvidan o sinceramente desconocen estos testimonios, cuando se han olvidado del comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad, las ollas comunes llevadas por religiosos y religiosas en las diferentes zonas de Santiago y de Chile, cuando sólo se escucha el nombre de Karadima como si fuera el único sacerdote que ha existido en esta arquidiócesis, vale la pena recordar a figuras como la de este sacerdote francés que entregó su vida por sus hermanos chilenos.

Pido a Dios que nos permita reconstruir nuestra Iglesia desde estos testimonios que forman parte del nuevo martirologio latinoamericano, junto con Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Joan Alsina, Ignacio Ellacuria, Leoni Duquet y tantos otros y otras que no son sólo nombres, sino que fueron rostros que nos enseñaron a amar y servir aún en los momentos más difíciles. Ojalá recobremos estas voces proféticas y reconstruyamos la Iglesia de los pobres, para los pobres y con los pobres. Andre de la Victoria, tu nombre, tu voz y tu vida sigan siendo semilla de nuevos cristianos.

“Llegó volando desde muy lejos, desde un país, al otro lado del charco. Le costaba pronunciar la erre, y hablaba con un tono dulzón, voz reposada… tenía los ojos bellos. Lo que sabía de Chile era poco… Su primer destino fue la zona sur de Santiago, y su parroquia: «Nuestra Señora de la Victoria»… Llegó a formar comunidad con otros curas de la misma nacionalidad. Su paso por la población lo impactó, le dolía el hambre, la falta de trabajo, las mujeres del Programa de Empleo Mínimo, las ollas comunes, la violencia que existía en nuestro país. Se quedaba muchas veces pensativo y le gustaba escuchar, prestaba mucha atención cuando se hablaba de cómo se habían llevado al Ramón, quién nunca más había vuelto, cuyo gran delito por el que lo secuestraron los agentes de seguridad era ser parte del sindicato… comunista…. haber participado de la huelga.

Lo vimos llorar cuando vio a esa niñita que había muerto víctima de una bala perdida que le llegó en esas jornadas de protesta. Sus ojos se irritaban con el olor de los neumáticos o de las bombas lacrimógenas que estallaban en la pobla…. Y su corazón se retorcía cuando le llegaban los nombres de los jóvenes que habían sido detenidos, de los que se habían llevado presos, de los que estaban heridos…. Esas eran su materia de oración, de sus misas… se conmovía hasta las lágrimas cuando veía como la canasta de la ofrenda de llenaba con pan, bolsas de té o azúcar y como las familias más pobres iban sacando al final de la misa para poder tomar desayuno… Miraba a su amigo Pierre Dubois, cuando se ponía frente a las tanquetas para pedir que los milicos se fueran, que no entraran a la población la Victoria. Aprendió a echar garabatos en español para retarnos y decirnos que la violencia no era el camino… Un día cuatro de septiembre, el corazón de la zona sur se estremeció: «Mataron al André… hueón…. mataron al cura…»….. No lo podíamos creer…. había muerto víctima de la violencia irracional, la bala asesina que atravesó el tabique del segundo piso y que no había sido para él sino para Pierre, lo mato mientras rezaba, mientras oraba a Dios para que la violencia cesara, para que las cosas en nuestro país cambiarán…. Te quedaste dormido amigo, esas manos asesinas te mataron, pero te hiciste grande en el amor y la entrega a esta patria que adoptaste como tuya.

Hoy quiero decirte Gracias, Gracias por tu testimonio de vida y entereza, gracias por el amor que nos tuviste, gracias por la ofrenda que hiciste, gracias por lo que nos enseñaste.. André de la Victoria, tu nombre sigue resonando en las calles de nuestra población y en nuestros corazones, te puedo asegurar, que tu muerte no fue en vano”.

Alejandro Fabres Fabres, C.M.

Pobre, go home!

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Hace una semana y media aproximadamente, fueron expulsados de Chile 51 colombianos. Todos ellos, según lo señalado por las noticias tenían antecedentes penales, estaban ligados al narcotráfico, y estaban cumpliendo penas. Fueron deportados a su país, con el compromiso de que no vuelvan nunca más a nuestro país.

La mayor parte de la gente, según algunas encuestas, aplaudió la medida. Pero quedé con un sabor amargo. No porque, como pueden pensar algunos, amparo el narcotráfico o la delincuencia, sino porque creo que hoy por hoy, a partir de lo que la prensa ha ido difundiendo, sin mayores fuentes reales, estamos criminalizando a ciertos grupos sociales, especialmente a los migrantes.

Pero no a cualquier migrante, no, sino a los migrantes que son pobres. Es decir, nos molestan los migrantes pobres, especialmente si estos tienen rasgos indígenas, afroamericanos, y más aun si hablan o tienen una cultura muy diferente a la nuestra.

La filósofa española Adela Cortina creó hace no más de diez años un neologismo, una palabra nueva, para definir lo que los chilenos estamos viviendo. Aporofobia.

La aporofobia es el odio (fobia) a los pobres (aporos). La mayoría de la gente dirá que no es así, que los que fueron expulsados eran delincuentes, que venían a dañar a los chilenos, que eran parásitos, etc.

Sin embargo, no expresamos nada de los consorcios extranjeros que se han adueñado del agua, del litio, de nuestras redes comunicacionales (telefonía, Chile tiene la telefonía más cara de toda Latinoamérica, caminos, medios de comunicación), no, ellos vienen a invertir. Pero la inversión es triplicada en las ganancias que se están llevando fuera. Pero como son rubios, de ojos azules, hablan bonito (siempre hemos sentido debilidad por las lenguas extranjeras, especialmente el inglés, francés, alemán, yugoslavo etc.) vienen a mejorar la raza.

Me ha tocado escuchar en estos días que las enfermedades como la tuberculosis, la difteria, la rubiola, han aumentado y se han triplicado. Que el SIDA se ha disparado y se ha convertido en un problema epidemiológico porque los haitianos lo han traído, porque todos vienen infectados. Nadie me ha hecho llegar pruebas objetivas, gráficos, o estudios serios. Sólo que el Ministerio de Salud lo ha dado a conocer ¿dónde? Aún no lo sé. El SIDA ha aumentado porque no se han continuado políticas que apunten a la educación sexual clara dirigida hacia adolescentes y jóvenes, pero no porque hayan llegado más o menos migrantes.

A los peruanos, los hemos dejado medianamente tranquilos porque su migración ya se está asentando en nuestra patria (tienen más de veinte años) Muchos de ellos han encontrado su nicho en el rubro gastronómico y eso les ha permitido mejorar su situación. Ya tienen hijos en nuestro país, están cotizando y pagando impuestos, lo que los hace sujetos de derecho. Ya se están incorporando a la sociedad chilena, lo mismo que pasó en el siglo pasado con la comunidad palestina. Es parte de los procesos de decantación social que se viven siempre.

Ahora tenemos a los venezolanos, quienes en su mayoría han llegado buscando mejores posibilidades económicas, los colombianos, que han llegado, inclusive algunos buscando la calidad de refugiados producto de la violencia institucionalizada que existe en Colombia; ecuatorianos, especialmente de origen otabaleños, etnia que se dedica principalmente al comercio y nuestros buenos haitianos, que han llegado escapando de una realidad de miseria profunda de la cual todos nos enteramos a través de las noticias y que aquí algo ha mejorado.

Sin embargo hemos ido criminalizando a muchos de ellos: Las colombianas y colombianos, vienen a prostituirse y a traficar con droga, los haitianos viven como animales no hablan castellano, y viven casi de la mendicidad, los ecuatorianos solo se dedican al comercio ambulante, los venezolanos nos roban el trabajo.

Hay algunos municipios que están penalizando el trabajo ambulante porque son parte de redes que perjudican al comercio establecido. Mi pregunta, esas redes ¿las manejan extranjeros o chilenos? ¿por qué debemos castigar a los vendedores y no vamos por aquellos que las sostienen?. Si los colombianos se prostituyen o viven del narcotráfico, porque no planteamos políticas que apunten a desarrollar las posibilidades de incorporación social como lo hicieron con nosotros en Suecia, Noruega o Finlandia cuando tuvimos nosotros que salir al exilio. Lo mismo con los haitianos, Y si los venezolanos vienen a robarnos el trabajo, será que atienden mejor, son más atentos, más preocupados de la atención al cliente, o inclusive son más preocupados de su presentación personal que los chilenos.

Los pobres nos complican porque debemos compartir con ellos los recursos que muchas veces pensamos que son solo para los chilenos, como pasa con los bonos que el Estado otorga.

Todo lo que he señalado lo he escuchado de personas, algunos católicos de misa, que tratan de justificar su fobia por los migrantes disfrazándola de una supuesta caridad cristiana, “yo lo digo por su bien”, “en su país estarían mejor”, “debemos preocuparnos por nuestros pobres primero”. Nos olvidamos que ser cristianos nos lleva a velar por el huérfano, la viuda y el extranjero, y que una de las frases del evangelio nos dice que “fui forastero y me acogiste”. Y los que no son cristianos el acoger al migrante nos hace hacernos uno con el otro. Reconocer en el otro a un ser humano.

No nos dejemos llevar por todo lo que dice la prensa, no creamos todo lo que aparece en la internet y en las redes sociales. Los migrantes, sean pobres o ricos, no son mejores ni peores que nosotros, son iguales a nosotros. Su formación profesional, laboral, social, es similar a la nuestra. No nos van a dañar socialmente, al revés, la migración siempre es un aporte para nuestra sociedad, nos hace ser más tolerante con nuestros propios defectos, nos complementa desde nuestra diferencia. No sigamos cultivando la xenofobia y la aporofobia. Démosle una posibilidad a la diferencia cultural.

Alejandro Fabres, C.M.