Historias (des)conocidas de la Iglesia en Chile

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Hacer ejercicio de memoria me lleva a recordar nombres, acontecimientos, lugares. El once de septiembre recién pasado, se conmemoraron 45 años del golpe de Estado que nos mantuvo diecisiete años con la bota militar encima. 

¿Cuál fue el papel de la Iglesia en esos días? ¿Sufrió la Iglesia?

Desde el primer momento del golpe de Estado la Iglesia católica chilena tuvo presencia. Tanto de la voz de sus obispos como de los mismos sacerdotes que trabajaban como curas obreros en las poblaciones o eran párrocos en diferentes partes de Chile.

El padre Joan Alsina por ejemplo, trabajaba en el hospital San José, fue detenido, torturado y posteriormente murió asesinado en el Puente Bulnes. Su última petición fue al conscripto que le disparo: “dispárame de frente para mirarte a la cara y darte el perdón”.

Miguel Woodward, Sacerdote que ejerció su ministerio en Valparaíso. Vivía en las poblaciones marginales y allí fue tomado detenido días posteriores al Golpe de Estado, llevado al Buque escuela Esmeralda y torturado en la Universidad Técnica Federico Santa María. Su cuerpo aún no aparece, es parte de la nómina de detenidos desparecidos.

Antonio Llido, sacerdote catalán que llegó a Chile, fue haciendo un caminar y en cristianos por el socialismo, grupo de sacerdotes, religiosas y laicos que simpatizan con la experiencia de la Unidad Popular. Tras el golpe, se esconde por su participación activa en la resistencia junto con compañeros del MIR, (movimiento de izquierda revolucionario) es detenido en 1974, hasta el día de hoy forma parte de las listas de detenidos desaparecidos.

Gerardo Poblete, sacerdote salesiano, quien era profesor del colegio don Bosco de Iquique, enseñaba filosofía. Tras el golpe de estado y en un allanamiento hecho a la casa de la comunidad salesiana, Gerardo es detenido junto a un seminarista, motivo de la detención “posesión de literatura marxista”. Ambos son llevados a la comisaría de Iquique en donde es torturado hasta la muerte.

Muchos otros sacerdotes y religiosas pasaron por momentos complejos en las poblaciones de nuestro país. Ese y otros motivos llevaron al Arzobispo de Santiago, Monseñor Raúl Silva Henriquez, junto a pastores evangélicos, Helmut Frenz entre otros, a crear en 1974 el Comité pro Paz, primer organismo que se preocupó por la situación de los DDHH en Chile y que acogió las primeras denuncias sobre tortura y desaparición forzosa en nuestra patria. Allí llegaban todos los días decenas de personas a denunciar la desaparición de hijos, esposos, padres, nietos, compañeros de trabajo. La actitud de la Iglesia de Chile fue honesta y necesaria, ya que era la única institución que podía hacer frente al régimen.

Mientras tanto, en las poblaciones se comenzaban a crear los primeros comedores populares, ollas comunes, al alero de las parroquias. Las zonas más afectadas en Santiago: la Oeste, la Sur, la Norte, la Oriente, eran las que tienen mayor concentración de población obrera y donde se encontraban los llamados cordones industriales.

A instancias del mismo Comité se fundará además la Fundación de Ayuda de las Iglesias Cristianas, más conocido por sus siglas FASIC. Este organismo vio la luz el año 1975. Hoy funciona como delegado de la ACNUR para temas de refugiados, especialmente en temas de migrantes.

Caritas por su parte, inicia la formación de las bodegas de alimentos y ropa para paliar la situación en la que se encontraban los familiares de detenidos en el estadio Nacional, Pisagua, tres y cuatro Álamos, todos centros de detención para presos políticos. No se consideran los centros clandestinos de detención como son Villa Grimaldi, venda Sexy, Londres 38, pues de su existencia solo se tienen noticias a finales de los setenta y principios de los ochenta.

El Comité Pro Paz tiene corta existencia ya que para el régimen imperante era una molestia tener a los curas y pastores hablando sobre detenidos, presentando Habeas Corpus, recursos de protección y todas esas cosas, señalando que la existencia de personas que habían sido detenidas y con paradero desconocido, así que deciden disolverlo el 31 de diciembre de 1975.

El Arzobispo, sabiendo de esta jugada, establece una vicaría ambiental que se preocupé de la atención de todos los casos de personas detenidas y con dificultades políticas, es así como nace el 1 de enero de 1976 la Vicaría de la Solidaridad, cuyo domicilio fue Plaza de Armas 444, la misma sede del palacio arzobispal. 

Allí, ya con más personal, tanto de abogados como de asistentes sociales, psicólogas y personas de buena voluntad se fue dando acogida y contención, tanto a las víctimas como a los familiares de quienes nunca más volverían. Es en ese espacio donde ve la luz la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y también la Agrupación de Familiares de ejecutados políticos.

A su vez, las Congregaciones Religiosas jugaron un rol vital no solamente en la parte espiritual sino también, acogiendo desde un primer momento a quienes fueron perseguidos por la dictadura, en su mayoría miembros de los partidos de izquierda, declarados clandestinos y cuyas vidas estaban en serio peligro.

Casos emblemáticos como el de los religiosos Capuchinos de la Iglesia de Calle Compañía, en donde se escondió Bautista Von Schowen, miembro de la dirección general del MIR.

La Casa Central de los misioneros Columbanos en Chile fue escenario de un doloroso hecho, cuando fue detenida en ese lugar la doctora Sheila Cassidy, quien en un acto humanitario había atendido al mirista Nelson Gutiérrez, la Dirección de Inteligencia Nacional, más conocida como la DINA, llegó hasta ese lugar tras sus huellas. Allí es asesinada la empleada de la casa Enriqueta Reyes, la doctora Cassidy es detenida y llevada a Villa Grimaldi para ser torturada.

Las parroquias de los sectores populares eran constantemente vigiladas y los miembros de la comunidad, tanto sacerdotes como agentes pastorales, seguidos, detenidos, acosados. Muchos no resistieron la presión y decidieron salir de Chile, alejarse de la comunidad, otros asumieron los desafíos con mayor fuerza. 

Las religiosas no se quedaron atrás, formaron guarderías para que las madres pudieran trabajar, acompañaron a las mujeres a buscar a sus esposos. Marianistas, dominicas, Sagrados Corazones, se insertaron en la vida de las poblaciones como una más, viviendo los dolores y apremios del día a día.

El 11 de noviembre de 1983, una noticia aprieta el corazón de muchos chilenos y chilenas. Un obrero de la construcción, Sebastián Acevedo Becerra, cuyos hijos habían sido detenidos por la Central Nacional de Informaciones, se inmola frente a la catedral de Concepción, quemándose a lo Bonzo, para exigir la libertad de los suyos. No resistió, murió a los pocos días. El impacto fue tan fuerte que un grupo de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos dieron vida al Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo. Decididos en las denuncias contra las violaciones a los  DDHH, y la no violencia activa. Rostros emblemáticos fueron José Aldunate, Sacerdote Jesuita, Mariano Puga, Roberto Bolton, entre varios más. Sus acciones relámpago a la salida de los cuarteles de tortura, Cuartel Borgoño. Villa Grimaldi, En el centro de Santiago, frente al palacio de la Moneda, etc. 

Los sacerdotes y religiosos hombres y mujeres pagaron algunos con detenciones y torturas, eran víctimas de seguimiento como fue el caso del padre Guido Peeters, párroco de la Legua, en esos años, que fue secuestrado y drogado por la CNI, fotografiado con una mujer para luego enviar esas fotos a medios de comunicación para denigrar su labor en la población.

Mención honrosa fue la vida de la Hermana Blanca Rengifo, quien cumplió una labor humanitaria profunda y en la cual también se fue fraguando una opción política a favor de los pobres. Tanto ella, como el padre Rafael Maroto, fueron parte del Comité Central del MIR, cuando esté se encontraba absolutamente destruido y sus militantes caían uno tras otro por falta de conducción. Ellos asumieron la labor de contención pero también de vocería frente a las autoridades para evitar que laicos cayeran en las garras de la dictadura. La hermana Blanca, fundó el CODEPU, (corporación de derechos del pueblo), asiló a muchos compatriotas, hizo de enlace con miembros de diferentes partidos de izquierda.

Las congregaciones religiosas fueron pagando altos costos por la defensa a los pobres. Sacerdotes de Maryknoll, Holly Cross, Sagrados Corazones, tuvieron que irse de Chile, algunos por expulsión, otros para salvar su vida, como fue el caso del padre Diego Irarrázaval.  Los sacerdotes extranjeros que no alcanzaban el favor del régimen eran expulsados sin mediar diálogo alguno. La Iglesia de Santiago conoció esto de cerca cuando los padres Daniel Carrouet, Jaime Lanzelot y Pierre Dubois, fueron expulsados de Chile el año 1986. Pierre Dubois, había sido párroco de Nuestra Señora de la Victoria y compañero del padre André Jarla, sacerdote que fue asesinado en Chile en la jornada de protesta del año 1984.

La Iglesia cumplió una labor fundamental durante todos esos años. Ayudó a recobrar la democracia a través del apoyo en las poblaciones al comité por las elecciones libres, luego las organizaciones locales de derechos Humanos. El apoyo y llamado a la inscripción de los registros electorales, la formación en participación ciudadana a través de CIVITAS. Puede que después como Iglesia nos hayamos ido para la casa, pensando y dejando a la sociedad civil asumir el rol que les tocaba. Pero esto no opaca toda la historia pasada de una Iglesia que se hizo una con el pueblo y que también pagó costos por su opción preferencial por los pobres. Me faltaron muchos nombres, de hombres y mujeres, pido perdón por esas omisiones. Ojalá recobremos algo de esa labor profética que tuvimos tan presente y que tanta falta nos hace hoy.

Alejandro Fabres, C.M.

André de la Victoria

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Escribí esto hace un año atrás. Hoy, 4 de septiembre de 2018, cuando nuestra Iglesia chilena se encuentra herida, y esa herida la hemos provocado nosotros mismos, con muchos antitestimonios, esta historia, este hombre, André Jarlán, me hace más sentido que nunca. No digo que fuera perfecto; pudo haber tenido muchos defectos, pero el convertirse en mártir lo hace especial. Su testimonio de vida, cuando yo tenía 14 años, fue algo que me marcó, como a muchos de mi generación. Nos hizo generar un compromiso de vida tan fuerte que si hoy soy sacerdote, es por personas como él. Y no sólo como él, sino como muchos otros y otras, religiosos y religiosas que gastaron su vida a favor de la causa de los pobres.

Cuando hoy hay voces que dicen que la Iglesia nunca ha hecho nada en favor de los demás, cuando encontramos personas que sólo nos enrostran nuestras inconsecuencias como Iglesia, pero que olvidan o sinceramente desconocen estos testimonios, cuando se han olvidado del comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad, las ollas comunes llevadas por religiosos y religiosas en las diferentes zonas de Santiago y de Chile, cuando sólo se escucha el nombre de Karadima como si fuera el único sacerdote que ha existido en esta arquidiócesis, vale la pena recordar a figuras como la de este sacerdote francés que entregó su vida por sus hermanos chilenos.

Pido a Dios que nos permita reconstruir nuestra Iglesia desde estos testimonios que forman parte del nuevo martirologio latinoamericano, junto con Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Joan Alsina, Ignacio Ellacuria, Leoni Duquet y tantos otros y otras que no son sólo nombres, sino que fueron rostros que nos enseñaron a amar y servir aún en los momentos más difíciles. Ojalá recobremos estas voces proféticas y reconstruyamos la Iglesia de los pobres, para los pobres y con los pobres. Andre de la Victoria, tu nombre, tu voz y tu vida sigan siendo semilla de nuevos cristianos.

“Llegó volando desde muy lejos, desde un país, al otro lado del charco. Le costaba pronunciar la erre, y hablaba con un tono dulzón, voz reposada… tenía los ojos bellos. Lo que sabía de Chile era poco… Su primer destino fue la zona sur de Santiago, y su parroquia: «Nuestra Señora de la Victoria»… Llegó a formar comunidad con otros curas de la misma nacionalidad. Su paso por la población lo impactó, le dolía el hambre, la falta de trabajo, las mujeres del Programa de Empleo Mínimo, las ollas comunes, la violencia que existía en nuestro país. Se quedaba muchas veces pensativo y le gustaba escuchar, prestaba mucha atención cuando se hablaba de cómo se habían llevado al Ramón, quién nunca más había vuelto, cuyo gran delito por el que lo secuestraron los agentes de seguridad era ser parte del sindicato… comunista…. haber participado de la huelga.

Lo vimos llorar cuando vio a esa niñita que había muerto víctima de una bala perdida que le llegó en esas jornadas de protesta. Sus ojos se irritaban con el olor de los neumáticos o de las bombas lacrimógenas que estallaban en la pobla…. Y su corazón se retorcía cuando le llegaban los nombres de los jóvenes que habían sido detenidos, de los que se habían llevado presos, de los que estaban heridos…. Esas eran su materia de oración, de sus misas… se conmovía hasta las lágrimas cuando veía como la canasta de la ofrenda de llenaba con pan, bolsas de té o azúcar y como las familias más pobres iban sacando al final de la misa para poder tomar desayuno… Miraba a su amigo Pierre Dubois, cuando se ponía frente a las tanquetas para pedir que los milicos se fueran, que no entraran a la población la Victoria. Aprendió a echar garabatos en español para retarnos y decirnos que la violencia no era el camino… Un día cuatro de septiembre, el corazón de la zona sur se estremeció: «Mataron al André… hueón…. mataron al cura…»….. No lo podíamos creer…. había muerto víctima de la violencia irracional, la bala asesina que atravesó el tabique del segundo piso y que no había sido para él sino para Pierre, lo mato mientras rezaba, mientras oraba a Dios para que la violencia cesara, para que las cosas en nuestro país cambiarán…. Te quedaste dormido amigo, esas manos asesinas te mataron, pero te hiciste grande en el amor y la entrega a esta patria que adoptaste como tuya.

Hoy quiero decirte Gracias, Gracias por tu testimonio de vida y entereza, gracias por el amor que nos tuviste, gracias por la ofrenda que hiciste, gracias por lo que nos enseñaste.. André de la Victoria, tu nombre sigue resonando en las calles de nuestra población y en nuestros corazones, te puedo asegurar, que tu muerte no fue en vano”.

Alejandro Fabres Fabres, C.M.

Pobre, go home!

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Hace una semana y media aproximadamente, fueron expulsados de Chile 51 colombianos. Todos ellos, según lo señalado por las noticias tenían antecedentes penales, estaban ligados al narcotráfico, y estaban cumpliendo penas. Fueron deportados a su país, con el compromiso de que no vuelvan nunca más a nuestro país.

La mayor parte de la gente, según algunas encuestas, aplaudió la medida. Pero quedé con un sabor amargo. No porque, como pueden pensar algunos, amparo el narcotráfico o la delincuencia, sino porque creo que hoy por hoy, a partir de lo que la prensa ha ido difundiendo, sin mayores fuentes reales, estamos criminalizando a ciertos grupos sociales, especialmente a los migrantes.

Pero no a cualquier migrante, no, sino a los migrantes que son pobres. Es decir, nos molestan los migrantes pobres, especialmente si estos tienen rasgos indígenas, afroamericanos, y más aun si hablan o tienen una cultura muy diferente a la nuestra.

La filósofa española Adela Cortina creó hace no más de diez años un neologismo, una palabra nueva, para definir lo que los chilenos estamos viviendo. Aporofobia.

La aporofobia es el odio (fobia) a los pobres (aporos). La mayoría de la gente dirá que no es así, que los que fueron expulsados eran delincuentes, que venían a dañar a los chilenos, que eran parásitos, etc.

Sin embargo, no expresamos nada de los consorcios extranjeros que se han adueñado del agua, del litio, de nuestras redes comunicacionales (telefonía, Chile tiene la telefonía más cara de toda Latinoamérica, caminos, medios de comunicación), no, ellos vienen a invertir. Pero la inversión es triplicada en las ganancias que se están llevando fuera. Pero como son rubios, de ojos azules, hablan bonito (siempre hemos sentido debilidad por las lenguas extranjeras, especialmente el inglés, francés, alemán, yugoslavo etc.) vienen a mejorar la raza.

Me ha tocado escuchar en estos días que las enfermedades como la tuberculosis, la difteria, la rubiola, han aumentado y se han triplicado. Que el SIDA se ha disparado y se ha convertido en un problema epidemiológico porque los haitianos lo han traído, porque todos vienen infectados. Nadie me ha hecho llegar pruebas objetivas, gráficos, o estudios serios. Sólo que el Ministerio de Salud lo ha dado a conocer ¿dónde? Aún no lo sé. El SIDA ha aumentado porque no se han continuado políticas que apunten a la educación sexual clara dirigida hacia adolescentes y jóvenes, pero no porque hayan llegado más o menos migrantes.

A los peruanos, los hemos dejado medianamente tranquilos porque su migración ya se está asentando en nuestra patria (tienen más de veinte años) Muchos de ellos han encontrado su nicho en el rubro gastronómico y eso les ha permitido mejorar su situación. Ya tienen hijos en nuestro país, están cotizando y pagando impuestos, lo que los hace sujetos de derecho. Ya se están incorporando a la sociedad chilena, lo mismo que pasó en el siglo pasado con la comunidad palestina. Es parte de los procesos de decantación social que se viven siempre.

Ahora tenemos a los venezolanos, quienes en su mayoría han llegado buscando mejores posibilidades económicas, los colombianos, que han llegado, inclusive algunos buscando la calidad de refugiados producto de la violencia institucionalizada que existe en Colombia; ecuatorianos, especialmente de origen otabaleños, etnia que se dedica principalmente al comercio y nuestros buenos haitianos, que han llegado escapando de una realidad de miseria profunda de la cual todos nos enteramos a través de las noticias y que aquí algo ha mejorado.

Sin embargo hemos ido criminalizando a muchos de ellos: Las colombianas y colombianos, vienen a prostituirse y a traficar con droga, los haitianos viven como animales no hablan castellano, y viven casi de la mendicidad, los ecuatorianos solo se dedican al comercio ambulante, los venezolanos nos roban el trabajo.

Hay algunos municipios que están penalizando el trabajo ambulante porque son parte de redes que perjudican al comercio establecido. Mi pregunta, esas redes ¿las manejan extranjeros o chilenos? ¿por qué debemos castigar a los vendedores y no vamos por aquellos que las sostienen?. Si los colombianos se prostituyen o viven del narcotráfico, porque no planteamos políticas que apunten a desarrollar las posibilidades de incorporación social como lo hicieron con nosotros en Suecia, Noruega o Finlandia cuando tuvimos nosotros que salir al exilio. Lo mismo con los haitianos, Y si los venezolanos vienen a robarnos el trabajo, será que atienden mejor, son más atentos, más preocupados de la atención al cliente, o inclusive son más preocupados de su presentación personal que los chilenos.

Los pobres nos complican porque debemos compartir con ellos los recursos que muchas veces pensamos que son solo para los chilenos, como pasa con los bonos que el Estado otorga.

Todo lo que he señalado lo he escuchado de personas, algunos católicos de misa, que tratan de justificar su fobia por los migrantes disfrazándola de una supuesta caridad cristiana, “yo lo digo por su bien”, “en su país estarían mejor”, “debemos preocuparnos por nuestros pobres primero”. Nos olvidamos que ser cristianos nos lleva a velar por el huérfano, la viuda y el extranjero, y que una de las frases del evangelio nos dice que “fui forastero y me acogiste”. Y los que no son cristianos el acoger al migrante nos hace hacernos uno con el otro. Reconocer en el otro a un ser humano.

No nos dejemos llevar por todo lo que dice la prensa, no creamos todo lo que aparece en la internet y en las redes sociales. Los migrantes, sean pobres o ricos, no son mejores ni peores que nosotros, son iguales a nosotros. Su formación profesional, laboral, social, es similar a la nuestra. No nos van a dañar socialmente, al revés, la migración siempre es un aporte para nuestra sociedad, nos hace ser más tolerante con nuestros propios defectos, nos complementa desde nuestra diferencia. No sigamos cultivando la xenofobia y la aporofobia. Démosle una posibilidad a la diferencia cultural.

Alejandro Fabres, C.M.