Hoy celebramos la Solemnidad de San Vicente de Paúl, Apóstol de la Caridad, Padre de los pobres, fundador de las Cofradías de la Caridad, de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad; inspirador de todas las asociaciones que conforman la gran Familia Vicentina.
Hoy, hacen 361 años, partía a la Casa del Padre, a la Misión del Cielo, ese sencillo sacerdote de París, que descubrió a Cristo en los pobres y que dedicó su vida entera al servicio y la promoción de los pobres, entendiendo que, sólo sirviéndoles, promoviéndolos y luchando por ellos y con ellos, se “anuncia la Buena Nueva a los pobres”.
Hoy celebramos al Señor Vicente, que comprendió que no bastaba con asistir a los pobres, con darles el pan, el techo, el vestido que necesitaban con urgencia, sino que se esmeró por educarlos, respetando su dignidad y buscando que ellos mismos, siendo conscientes de esa dignidad pudieran ganarse su sustento.
Celebramos, porque queremos seguir sus pasos, al valiente cristiano, al valiente sacerdote, que fue capaz de sortear todas las dificultades y peligros, para llegar a las autoridades para reprocharles su falta de sensibilidad ante la necesidad de aquellos que estaban sometidos a la miseria, debido a la injusta organización de la sociedad y las mañas decisiones de los poderosos. Él siempre respetuoso de la legítima autoridad, no trepidó en llamarlos a renunciar si no eran capaces de mejorar la situación de los más pobres.
Al celebrar, este 27 de septiembre de 2021, la fiesta del santo que nos inspira y acompaña con su intercesión, nosotros MISIONEROS VICENTINOS, que estamos llamados a “cumplir la misma misión que el Hijo de Dios cumplió en el mundo, es decir, anunciar la salvación a los pobres”, no podemos callar ante la vulneración de los más esenciales derechos de nuestros amos y señores.
La Sagrada Escritura, considera pobres al huérfano, a la viuda y al extranjero. Ellos son el prototipo del pobre. La Biblia trasmite la palabra del Señor que manda a su pueblo a no tratar mal al extranjero, ya que ese pueblo también fue extranjero en otras tierras.
Sin embargo, hoy en Chile, nuestros hermanos llegados de otros países, en búsqueda de una vida mejor y más digna, son maltratados, perseguidos, humillados. Esto por obra de autoridades y también por obra de malos ciudadanos que, instigados por una propaganda xenófoba, fanática, irresponsable e injusta, les hace creer que los inmigrantes son un obstáculo y son la causa de todos los males que afectan al país, en circunstancias que esos mismos instigadores suelen ser los que propician las desigualdades e injusticias para con los propios ciudadanos nacidos en el país.
Porque así lo hubiera hecho Vicente y porque así lo hubiera hecho el mismísimo Jesús, que también fue inmigrante, extranjero, refugiado, nosotros MISIONEROS VICENTINOS levantamos nuestra voz y clamamos por y con los pobres, hoy especialmente, con y por los inmigrantes, pidiendo justicia, exigiendo respeto, reclamado humanidad.
A las autoridades les decimos que la pobreza no desaparece porque se esconda, se desaloje, se expulse o se le impida el ingreso al país a los inmigrantes, es decir a los POBRES. A las autoridades -muchas de ellas cristianas- les pedimos que inteligentemente, que eficientemente, que humanamente, busquen una solución para este drama, pero no a través de la vía fácil, de la expulsión, el desalojo o la criminalización. ¡Dios les pedirá cuenta de sus actos!
A nuestros conciudadanos, que se han vuelto intolerantes y xenófobos, les decimos como Dios al Pueblo de Israel: “no traten mal al extranjero, porque Uds. también fueron extranjeros en Egipto” o pueden legar a serlo en cualquier momento, en cualquier lugar del mundo. En lugar de la rabia, el odio, el insulto y la discriminación, busquemos la forma de ayudar, de solidarizar, de empatizar…
A las vicentinas y vicentinos, miembros de cualquiera de las ramas de nuestra Familia, les invitamos a buscar la forma de servir a los inmigrantes -que son parte de nuestros amos y señores- y que busquemos educarnos y educar, convertir y convertirnos. Que busquemos tener el corazón de San Vicente que ardió en caridad, en amor por los que sufren.
A los inmigrantes, venidos de cualquier lugar del mundo, les decimos: ¡Bienvenido, ven aquí, éste es tu hogar…! Y perdónennos por no haber sabido construir un país más solidario y tolerante; por no cumplir aquello de que “verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero” o aquella promesa de ser “el asilo contra la opresión”
¡El mundo es de Dios, el mundo es de todos! ¡Chile es de Dios, Chile es de todos!
Señor Vicente, acompáñanos a servir y amar, con el su sudor de nuestra frente y el esfuerzo de nuestros brazos, a los pobres (a los inmigrantes), nuestros amos y señores.
Congregación de la Misión
Provincia de Chile
Santiago de Chile, 27 de septiembre de 2021