Las vicentinas de Santa Marta: la delicadeza del Papa por sus «hijas»

publicado en: Familia Vicentina, Noticias | 0

Desde que fue elegido Pontífice, Jorge Mario Bergoglio ha celebrado su cumpleaños, el 17 de diciembre, con los niños del Dispensario Pediátrico de Santa Marta, en el aula Pablo VI, acompañado de la responsable, la Hermana Antonietta, de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Es la congregación religiosa que el Papa Pío XI, el 8 de mayo de 1922, llamó para administrar este organismo que brinda asistencia gratuita a los niños que no poseen la tarjeta del Servicio Nacional de Salud y a sus madres. Y en 1996, San Juan Pablo II, después de completar la construcción de la Casa Santa Marta, también confió a las hijas de la caridad la tarea de servir a los sacerdotes de la Secretaría de Estado que permanecen en este edificio, con los obispos y cardenales que pasan por el Vaticano. Entre ellos, también el cardenal Bergoglio, quien como Papa eligió la Domus Sanctae Marthae como su residencia.

Durante cuatro años, la Hermana Stefania ha estado preparando la Misa del Papa.

Hoy, al recordar a la fundadora, Santa Luisa de Marillac, protectora de quienes trabajan en obras sociales, el Papa Francisco pidió orar «por las Hermanas Vicentinas que han dirigido este dispensario, durante casi 100 años y trabajan aquí, en Santa Marta para este hospital «. E invocó la bendición del Señor sobre ellas.

Durante cuatro años, la hermana superiora de la pequeña comunidad de cuatro religiosas ha sido la hermana Stefania Monti, de origen toscano, quien desde 2004 a 2016 sirvió en la Caritas de Rimini, donde manejaba la cantina y ayudaba a los ancianos. Hoy se encarga de preparar todo para la celebración de la misa de la mañana en la capilla de la casa. Le pedimos que nos cuente sobre sus emociones esta mañana después de la oración del Papa.

R.- Es motivo de alegría y gratitud por el servicio que hacemos, de acogida a los sacerdotes que trabajan en la Secretaría de Estado, a los obispos y cardenales que están de paso. Un servicio también hecho de preocupación porque estos sacerdotes también a veces se enferman, por lo que necesitan que vayamos a la farmacia para traerles medicamentos o visitarlos en el hospital. Además de este servicio a los sacerdotes, tenemos el servicio a familias y niños que acogemos aquí en el dispensario. Tal vez sea un servicio más visible: tratamos de acoger a estos niños, para promover su salud lo más posible, a través de la atención de su persona y, sobre todo, teniendo en cuenta la dignidad de la persona. Buscamos también de ayudarles en su formación y con momentos de oración entre ellos o con los voluntarios.

Justo ayer, 8 de mayo, Uds. celebraron 98 años de tu dispensario en el Vaticano. ¿Qué significa para usted ayudar a los niños pobres y migrantes y a sus madres cerca de la casa del sucesor de Pedro?

R.- Es algo muy agradable, dar la oportunidad también a estas familias que están lejos de sus países de hacer que estos niños crezcan bien y darles la oportunidad, como otros niños aquí en Roma, de acceder a los diversos servicios de salud.

Durante este período de pandemia, ¿permaneció abierto el dispensario?

R. – No, pero ahora la hermana Antonietta (Colacchi, responsable del dispensario pediátrico), junto con su equipo y también el médico que la ayuda, están organizando cómo hacerlo porque deben desinfectar todos los entornos y deben tener todo el equipo necesario para para dar la bienvenida a estas familias. Todavía no hay una fecha determinada, pero se cree que podrá reabrir después de mediados de mayo.

Sin embargo, las Hijas de la Caridad han estado en el Vaticano durante mucho tiempo, exactamente desde 1884, llamadas por León XIII. ¿Puedes contarnos cómo sucedió?

R.- Había una gran pestilencia, como hoy en día, con esta pandemia. León XIII le pidió a nuestra madre general en París si podían venir las Hermanas a darle una mano. Creo que fueron pocas, 3 o 4.

Cuando se construyó la Casa Santa Marta, San Juan Pablo II lo llamó para servir en esta casa, que el Papa Francisco también eligió para sí mismo. Este es un servicio diferente al de los más pobres de los enfermos. ¿Cómo se relaciona con el carisma de su fundadora?

R.- Es diferente pero siempre es una presencia de caridad. Porque cada uno de nosotros siente la necesidad de una mirada, una atención, un saludo. Es una caridad noble, más allá de un servicio manual, concreto. El Papa Francisco siempre habla de una atención hecha de miradas, de dar el saludo primero …

La oración y la caridad son los pilares de tu Regla. ¿Pueden también rezar con quién asistes, los niños, sus madres y también los invitados de Casa Santa Marta?

R. – Sor Antonietta varias veces al año organiza reuniones tanto para madres con hijos como para voluntarias, oraciones y también capacitación con voluntarias. Estamos aquí en Casa Santa Marta, con los sacerdotes, el primer jueves del mes, a las 9 de la noche, hacemos la adoración con todos los sacerdotes residentes. Es un momento fuerte y comunitario. Luego, durante nuestras fiestas vicentinas, algunos participan en nuestras celebraciones. Por ejemplo, cuando renovamos los votos el 25 de marzo, siempre hay sacerdotes presentes, como el 27 de septiembre para la fiesta de San Vicente, y también está el personal. Es un hermoso momento comunitario. No hay separación entre la caridad y la oración, porque siempre me lo digo a mí y a las hermanas, y también cuando tengo motivos para encontrarme con alguien del personal o de los sacerdotes, la oración de la mañana da significado a los pequeños gestos del día.

Y también es un servicio el que Uds. hacen, preparando la Misa del Papa en la capilla de la Casa Santa Marta …

R.- Hay una hermana a cargo de pequeños servicios dentro del departamento donde vive el Papa Francisco. Mientras que para la misa, yo estoy a cargo de de que todo esté listo, ordenado, preciso y no sólo para la celebración del Papa Francisco, sino también en las capillas donde celebran los monseñores residentes.

Es una gracia estar con el Papa todas las mañanas …

R. – Sí, de verdad. Hay mucha alegría Y esta alegría nace, surge del hecho no sólo de encontrarlo. Cuando (el Papa) viene para la celebración de la mañana, es él primero quien viene a recibirte y a ofrecerte la mano para saludarte: las primeras veces que me quedé y en su lugar caminé para recibir este saludo, este apretón de manos, este deseo de un buen día, buen trabajo. Yo venía de una realidad muy diferente, de una Caritas diocesana, en Rimini, y por lo tanto de un trabajo completamente diferente, pero el compromiso y el amor, créame, que puse en esos muchos años que estaba allí con los pobres, es el mismo fervor, el mismo amor que pongo aquí al servicio de Santa Marta.

¿Un episodio que recuerdes en estos cuatro años de servicio?

R.- Para nuestras celebraciones comunitarias, y también para algún cumpleaños, el Papa llega por la mañana, para la celebración de la misa, con un bolso, de papel blanco, y nos dice: “Esto es para ti , para celebrar… «Y esta es la delicadeza, la preocupación también por estas» hijas «. Es una cosa verdaderamente bella, que la primera vez me sorprendió, pero luego, entendí la grandeza de alma de esta persona.

Entrevista hecha por Alessandro Di Bussolo
Vatican News – Radio Vaticana


	

Santa Luisa de Marillac, una santidad en medio de las crisis

publicado en: Familia Vicentina, Noticias, Reflexión | 0

Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

Casi en la totalidad de la vida de Santa Luisa de Marillac, desde el día de su nacimiento el 12 de agosto de 1591, se enfrentaba a un mundo, lleno de crisis desde todo punto de vista. Nacía en una Francia, que sobrevivía a 30 años de guerras religiosas y a los manejos de Catalina de Médicis que había enfrentado a católicos y protestantes. Algunos biógrafos llegan a decir que nació en el suelo donde estaba sometida Francia. Hasta 1650, la geografía de Francia se ve cubierta por el mal que esparce el terror. La peste bubónica o pulmonar, avanza con rapidez devastadora. Inmediatamente aparece una epidemia grave, se provoca el pánico y la desesperanza por la muerte de la tercera, cuarta o mitad de la población de una región o provincia. Además de la carestía, la guerra, el hambre, crisis económica y social, la nobleza versus los campesinos, los niños expósitos, los enfermos, los ancianos, la pobreza de su propia vida también era una alarma de crisis que había que lidiar y afrontar.

Toda su vida, después de su paso por Poissy, hasta la experiencia de su mala salud para la entrada en la vida capuchina, como también su experiencia matrimonial con el Señor Legras, su viudez, la mortificación con su hijo Miguel, además de la búsqueda de la Voluntad de Dios, que siempre se iba mostrando con la sabia ayuda de sus directores espirituales y su temor de Dios, expresado en sus miedos, soledades, fatigas, angustias, escrúpulos, incomprensiones. También con las nacientes cofradías de la Caridad que iban concretando a través del paso por las parroquias, además de educar a niños y jóvenes en las pequeñas escuelas, ayudando a las Damas de la Caridad a realizar sabiamente la atención al pobre, como también dirigiendo y educando a la Compañía de las Hijas de la Caridad y a las nuevas hermanas,   su servicio en los hospitales, dispensarios y su atención a los más pobres, sus esfuerzos por lograr la verdadera unión con Dios perfectamente.

Con Santa Luisa, al conmemorar 100 años desde su Beatificación en 1920, y celebrando su memoria litúrgica, recordamos con su figura de santidad, a una Mujer y Madre que se ha transformado en una santa que ha sabido vivir su servicio, entrega y vocación en un contexto de crisis durante toda su vida, con las herramientas de la sencillez, humildad, caridad como también de su delicada conciencia de que tenía que realizar permanentemente en su vida, un gran Ephattá.

Abrirse a las mociones del Espíritu, una Luz, que sólo supo dilucidar sus dudas y llenarla de la convicción de que la Caridad de Cristo nos urge y que, para ello, había que ser Audaz para tener un nuevo impulso misionero en la Compañía. Hoy en contexto de crisis por la pandemia del Coronavirus, es menester, mirar la santidad de Santa Luisa como una santa que se forjó a la luz de las dificultades, miedos, vacíos, soledades, enfermedades, CRISIS, en definitiva, pero nunca dejando de lado, una gran esperanza, fe y un amor que la mantuvo firme en su vocación.

Como nos recordará uno de los textos de una de las hermanas de la Compañía, Sor Elizabeth Charpy, en su libro, Contra viento y marea, expresa con notoriedad la experiencia de Santa Luisa de Marillac. Su gran deseo era ser fiel al designio de Dios sobre ella. Pero ¿Cómo llegar a realizar ese proyecto de Dios, como ser fiel a su voluntad, si numerosos obstáculos le cerraban el camino y amenazaban con hundir su frágil embarcación? En octubre de 1655, escribiría al Señor Vicente:

“Tengo gran necesidad de aprender a prepararme para ello (a salir de este mundo), y es lo que espero de su Caridad para no naufragar antes de llegar a puerto, meta de mi navegación”

Estas preguntas se hacen hoy más pertinentes que nunca para hacer frente a una de las CRISIS más grandes que haya vivido la humanidad, y que nos  ha llevado a naufragar en muchos aspectos, especialmente en nuestra organización, estructura y formas de vida. Este Coronavirus ha hecho que literalmente naufraguemos en nuestra vida terrena y espiritual, como si fuera un gran viento y marea.

Santa Luisa, nos diría, que es posible hoy, construir ese paraíso para los pobres, a pesar de que nuestro servicio se vea debilitado por distintas formas nuevas que nos han aconsejado para hacer llegar nuestra caridad a aquellos que su vida es totalmente una crisis. La necesidad de vivir en la comunidad, con nuestra oración en común, con nuestra vivencia personal de esta crisis de la pandemia, como también los espacios que encuentro de tranquilidad o de silencio, tienen que ayudar a seguir forjando lo que Santa Luisa nos ha enseñado como testimonio.

Se suele decir que las crisis sacan lo mejor y lo peor de la persona humana, por tanto, es un tiempo también de examinar y saber que es lo que estoy haciendo, donde estoy cimentado o ubicado, donde están nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros sueños y anhelos, como también nuestros miedos y errores. La pandemia nos da una oportunidad para poder cambiar de actitud, de renovar nuestra fidelidad servicial y para sostener a otros que van a necesitar que yo esté en pie. Santa Luisa, no solamente vivió la crisis, la aceptó, le puso nombre a sus preocupaciones, sino que también se dejó acompañar para afrontar estos desafíos, que parecen ser hoy, muchos más que ayer.

Santa Luisa de Marillac, escribe una carta que nos sugiere medios para vivir la crisis y que hoy pueden ser un buen acto de oración y reflexión: A Sor Cecilia Angiboust en el año 1651, carta 392.

“Las abrazo a todas afectuosamente y las suplico que dirijan con frecuencia la mirada a la eternidad para que la esperanza de las rosas les consuele de las espinas. Es necesario trabajar por adquirir la igualdad de ánimo y la paz interior en todas las circunstancias que puedan presentarse, lo que parece en extremo difícil; pero podemos servirnos de dos o tres medios para lograrlo, que nos serán de gran ayuda: es, mis queridas Hermanas, el habituarnos a recibir los motivos de descontento como venidos de la mano de Dios, que es nuestro Padre y que sabe lo que nos conviene. El otro medio es pensar que la tristeza que pueda embargarnos no durará siempre; que apenas hayan transcurrido algunas horas, el sentimiento que nos domine será distinto del actual. Y el tercer medio para conservar la paz en medio de nuestras pequeñas turbaciones, es pensar que Dios ve nuestro estado, que, si amamos ese estado por amor de Él y para cumplir su Santísima Voluntad, lo que en el momento presente nos causa mucha pena, se convertirá un día en gran consuelo. Y esto es completa verdad. No pensemos, pues, sino en hacer el bien para agradar a Dios; la carencia de ayuda exterior por parte de las criaturas nos servirá para avanzar en la perfección del santo amor; porque ¿saben ustedes, queridas Hermanas, lo que hace Nuestro Señor cuando un alma está abandonada y desprovista de todo consuelo y ayuda de las criaturas, y es al mismo tiempo lo bastante feliz y animosa para hacer de esa situación el uso que acabo de decir?

Por tanto, hoy al recordar a Santa Luisa de Marillac, lo hacemos en un contexto especial, y como no podemos estar desafectados de la realidad que nos interpela, hoy su vida de santidad es un tesoro inspirador en nuestra vocación y en nuestra entrega en la Compañía como también en la Familia Vicentina. Santa Luisa nos impulsa a renovar todos nuestros espacios, a ser creativos en nuevas formas audaces de poder acompañar a nuestros enfermos y ancianos, como también de nuestros niños y jóvenes. El mejor regalo para celebrar esta Solemnidad, es mirar su ejemplo de verdadera y excelsa humanidad, de una santidad que se contruye, que se va forjando, una santidad que sabe de los verdaderos sinsabores de la vida, pero que nunca abandona el barco en medio de la tempestad y el naufragio, sino que sabiamente permanece estando atento a lo que el Señor nos vaya proponiendo como la mejor manera de ser agradables a Dios. Esta santidad encarnada en los dolores del mundo y de los pobres, es la Santidad de Santa Luisa de Marillac.

La mejor oportunidad hoy brota, a nuestros ojos, para reconfigurar nuestra identidad y nuestra manera de humanizar nuestras relaciones vocacionales, comunitarias, cristianas entre todo el mundo. Esto permite que la salud vuelva a ser lo que un día fue, un talante humanitario de una joven Luisa que empezó como sierva de los pobres enfermos, Hija de la Caridad, asumiendo el gobierno, la enseñanza y la entrega testimonial para que sus hermanas pudieran ser lo que hoy se les exige: sentirse HIJAS de un amor tan grande que renueva todos nuestros interiores. Gracias Santa Luisa de Marillac, por renovar la vida consagrada desde la audacia de la misión cumplida, contra viento y marea, aunque hoy el coronavirus haya frenado algo de la incensante caridad, santa y urgente.

P. Álvaro Tamblay, C.M.

El Papa ora por las Hijas de la Caridad, en la Fiesta de Santa Luisa de Marillac

publicado en: Familia Vicentina, Noticias | 0

Como cada mañana, este sábado 9 de mayo, el Francisco presidió la misa en la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. En la introducción, señaló que se estaba celebrando la fiesta de Santa Luisa de Marillac, e invitó a orar por las Hijas de la Caridad que ayudan al Papa en esa casa y dirigen el dispensario pediátrico que hay en el Vaticano, y a quienes viven en la Casa Santa Marta.

 

Hoy es la conmemoración de Santa Luisa de Marillac: recemos por las hermanas vicentinas que llevan adelante este dispensario, este hospital desde hace casi 100 años y trabajan aquí, en Santa Marta, para este hospital. Que el Señor bendiga a las hermanas.

Durante la misa de hoy, había una pintura de Santa Luisa en el presbiterio de la Capilla.