Nació en Renaico, Provincia de Malleco, el 10 de mayo de 1932. Muy pequeño había perdido a su mamá, de la que no tenía recuerdos y ni siquiera la conocía por fotos, ya que un incendio había destruido todas las pertenencias de la familia. Desde que entró en Comunidad no volvió a Renaico, sino para el funeral de su papá, ocasión en la que viajó sólo por el día.
Ingresó al Seminario Interno el 20 de febrero de 1954, en Ecuador. Un par de años antes había entrado a la Escuela Apostólica de Limache, luego de haber conocido a la Congregación, a través de las Hijas de la Caridad y del P. Benjamín Torres, a quien llegó por consejo de las Hermanas y el que –según contaba- le habría dicho en el primer contacto: “Estás loco… aquí tendrás que levantarte a las 4 de la mañana, estudiar mucho, no te podrás casar, tendrás que obedecer toda la vida y después ni siquiera ganarás dinero. Mejor te buscas una chiquilla y te casas…” El P. David siempre consideró que esa “recepción” fue genial. En la Apostólica, entre otros, tendría de profesor al P. Juan Rens, con quien fue compañero de comunidad, primero en Valparaíso y luego, por largos años, en Macul.
Luego del Seminario Interno, hizo todos sus estudios eclesiásticos en Ecuador, donde también hizo los Votos. Se ordenó en ese mismo país, el 29 de junio de 1961. Estuvo destinado en Graneros, Macul, Valparaíso y nuevamente Macul, donde permaneció desde 1969, hasta el día de su muerte. Con humor contaba que, en una oportunidad, el Visitador llegó a buscarlo a la Casa en donde estaba, para llevarlo a otra, donde debería enseñar inglés, idioma que no dominaba… “Así era la obediencia antes” –comentaba sonriendo.
En Valparaíso sirvió como Encargado de la Capilla San Pedro, donde aún hay gente que lo recuerda, aunque hace 40 años que salió de allí y nunca volvió, sino por breves compromisos en la Comunidad, pero no para visitar ex feligreses. También en el Puerto, trabajó como Capellán del Hospital El Salvador, donde en ese entonces, se internaba y atendía a los enfermos de tuberculosis. Por otra parte, en los parroquiales de San Vicente, quedó el testimonio de su trabajo en la Oficina Parroquial.
En Macul, en donde por algún tiempo, tuvo que vivir solo, cuidando y defendiendo la Casa que había sido Escuela Apostólica, puso todo su celo en la atención de la Capilla San Sebastián, la que convirtió en una cuasi parroquia. Por largos años, toda la vitalidad de esa Comunidad se debió al celo grande y al mismo tiempo silencioso y sencillo, del P. David Herrera. Nadie que lo haya conocido podrá olvidar su dedicación a la catequesis, a la liturgia, al canto litúrgico, a sus libros confeccionados cada verano, cuando se tomaba “vacaciones en casa”, sus ensayos de canto de los días viernes, sus cientos de filminas, diapositivas, cassettes, videos, etc. Nadie olvidará tampoco su voz grave, que asomaba en los cantos, en la liturgia, en la homilía y también en diálogos breves, pero no por eso insignificantes.
Los Estudiantes que pasaron o pasan por la Casa de Formación de Macul, fueron beneficiarios directos de su testimonio de vida, de su sencillez, de su humildad, de su celo… de su humor “casi serio”, de sus correcciones llenas de mansedumbre, de su espíritu de sacrificio. Los que fueron sus alumnos o lo tuvieron de director espiritual, no podrán olvidar su sabiduría.
Falleció en Macul, el 14 de junio de 2007, víctima de una insuficiencia renal. Sus masivos funerales fueron fie reflejo del cariño y el agradecimiento de la gente a la que sirvió por tantos años.