Nació En Grenoble el 19 de agosto de 1748, en una familia de agricultores profundamente cristiana. Dotado de grandes capacidades intelectuales a los 15 años empezó sus estudios en Lyon, en el colegio de los Jesuitas y sedes tacó en latín y filosofía. Muy pronto sintió el llamado de Dios al sacerdocio y sobre todo a la vida misionera y por eso optó por la Congregación de la Misión. Inició su seminario interno en Lyon e hizo los votos el 18 de marzo de 1771. Fue ordenado sacerdote el 22 de marzo de 1773 cuando tenía 25 años.
Trabajó primero en Annecy como profesor de teología y en 1788 fue nombrado Director del Seminario interno en la Casa Madre. Insistentemente oraba para que los Superiores le concedieran la gracia de ir como Misionero a China, pero su salud no se lo permitía. En 1789 llegó la Revolución francesa y la casa Madre de los Misioneros fue saqueada, algunos miembros martirizados o deportados; el Padre Clet se refugió en otra casa de la Comunidad. En plena revolución, tres Misioneros habían sido destinados para ir a China, pero una semana antes, uno de ellos tuvo inconvenientes, entonces el Padre Clet obtuvo el permiso para ir en sus lugar.
El viaje duró 6meses, llegaron a Macao y permanecieron allí un año aprendiendo la lengua del país, s finalmente fueron destinados a la misión de Kiang-si, en 1792. Allí encontró una comunidad cristiana que durante muchos años no habían tenido sacerdote, entonces se dedicó con ardor a atenderla. Al año siguiente lo trasladaron a Hupei donde permaneció el resto de su vida .Desde el primer momento su vida fue la de un verdadero apóstol, se hizo chino con los chinos con su cabeza rapada y la larga trenza que todos llevan, con el vestido de los chinos y su larga barba. Sus giras misioneras las hacía a pie. Al año de su llegada sus dos cohermanos murieron uno en la cárcel y el otro agotado por el trabajo.
En el año 1819 surgió una nueva persecución, apresaron a dos sacerdotes chinos y les ofrecieron mil monedas de plata por la captura del Padre Clet. Comenzó entonces para él un período de 3 meses de escondites viviendo en cuevas , campos y montañas, hasta que llegó a Hunán y fue acogido por una familia cristiana ; pero el 16 de junio de 1819 fue traicionado por un cristiano apóstata a cambio de dinero , fue apresado con la familia que lo hospedó.
Lo llevaron a Nan-yang y allí durante 10 días fue apaleado. Y azotado con un látigo de cuero, además obligado estar cuatro horas de rodillas sobre sus cadenas. Luego fue enviado a Wu-chang, pero como ya no podía caminar fue llevado en una jaula; al llegar se encontró, allí con otro sacerdote de la Misión el Padre Cheng, se pudo confesar y recibir la comunión.
El 18 de enero, después de pasar por varias cárceles fue sentenciado a muerte, afortunadamente mientras llegaba la ejecución le permitieron recibir visitas y los últimos sacramentos
El 18 de febrero lo ataron a una estaca, mientras tanto de rodillas oraba, le echaron una gruesa cuerda al cuello para que muriera por estrangulación, la aflojaban y la tiraban para prolongar y hacerle más penoso su martirio. Lo intentaron varias veces y por último murió completamente estrangulado. Tenía 71 años de los cuales había pasado 28 evangelizando en China. Fue enterrado en el cementerio local, pero luego un grupo de cristianos lo desenterraron y llevaron su despojos mortales al cementerio católico de la Montaña Roja en las afueras de la ciudad.
.Desde el momento de su muerte, los católicos lo consideraron como un mártir, recogieron su túnica, las cuerdas con las que lo ejecutaron y otros objetos, los guardaron cuidadosamente y más tarde los enviaron a la casa Madre de la Congregación de la Misión en París. Su larga vida llena de méritos y trabajos apostólicos, sus sufrimientos y su corona del martirio, llevaron a los cristianos de China, junto con las autoridades Eclesiásticas del país y los Superiores de la Congregación de la Misión a iniciar el proceso de Beatificación.
El 9 de julio de 1843s, el Padre Clet fue declarado Venerable por el Papa Gregorio XVI ; luego el 27 de mayo del año 1900 fue Beatificado por el Papa León XIII y Canonizado el 1º de octubre del año 2000 por el Papa Juan Pablo II. Sus restos, lo mismo que los de San Juan Gabriel Perboyre se encuentran en la Capilla de la Casa Madre de los Misioneros en París. Su fiesta litúrgica se celebra el 18 de febrero que fue el día de su nacimiento.
Los Santos no envejecen nunca, continúan siendo los testigos de la fe de la Iglesia. Su vida, sus virtudes y sus obras iluminan no solo a la Iglesia de su tiempo, sino también a la Iglesia de hoy. San Francisco Regis Clet se entregó a Cristo, sacrificó su vida en su seguimiento evangelizando a los pobres, vacío de sí mismo, llegó a una identificación perfecto con Cristo evangelizador y servidor de los pobres, a imitación de San Vicente. Hoy más que nunca la Iglesia y el mundo necesitan hombres y mujeres que sean otros Cristas, cuyas vidas sean como la del Maestro.
San Francisco Regis Clet, forjó su vida en el crucifijo, en el Evangelio y en la Eucaristía, por eso ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro lo apartaron nuca del amor de Cristo. El martirio no se improvisa de la noche a la mañana, se va forjando en la fidelidad de cada día, para que, cuando llegue la hora haya una respuesta generosa como la de nuestros mártires. Hay un martirio que se da en la entrega de cada día, en el olvido de sí, en el trabajo, en la lucha por la justicia etc.
En una de las Asambleas Generales de la Congregación de la Misión, el Papa Juan Pablo II les dijo: “Sin monopolizar la caridad ni la acción social, San Vicente removió cielo y tierra para ir a ayudar a los pobres y evangelizarlos. Queridos Padres y Hermanos de la Congregación de la Misión, más que nunca, con audacia y humildad busquen las causas de la pobreza e inventen soluciones a corto y largo plazo, soluciones concretas y eficaces. Obrando así cooperan a la credibilidad del Evangelio y de la Iglesia.” Estas palabras las podemos tomar como si fueran dichas también a las Hijas de la Caridad, a cada una de nosotras.
Un camino de fidelidad es el que nos trazan nuestros mártires y Santo de la familia Vicentina. Una vida diáfana, alegre, perseverante, siempre al servicio de Cristo y de los hermanos .más necesitados. A nosotros nos toca emprenderlo cada día con renovado fervor y alegría, siguiendo las huellas de Cristo.
Oración:
Señor, Dios nuestro, que enviaste al bienaventurado Francisco a proclamar tu Evangelio entre los paganos y coronaste su celo apostólico con el martirio; concédenos que los que han sido ya sellados con tu nombre se mantengan, con la fuerza del espíritu, firmes en tu confesión y no teman dar su vida por la extensión de tu reino. Por nuestro Señor.
Amén.